Un hombre de Estado por unanimidad

10/05/2019

diarioabierto.es.

Alfredo Pérez Rubalcaba ha fallecido. Un ictus contundente que no le dejó ninguna opción. Era una muerte no esperada por lo que la espontaneidad de las condolencias, de los recuerdos, de las palabras dedicadas por todos no han parecido.

«En España enterramos muy bien», decía Rubalcaba, una de sus frases casi lapidarias, como otras muchas, que mostraban su locuacidad , inteligencia, brillantez y pensamiento profundo. «La paz y la libertad» fueron su forma de vida, una vida que dedicó al servicio público como lo demuestra su intervención en momentos claves de España como el fin de ETA o la abdicación de Juan Carlos I.

Durante las últimas y próximas horas oiremos muchas de las cosas que aportó a España. Sus compañeros socialistas le lloran y los partidos de la oposición muestran su admiración y respeto.

Reitrado de la política desde 2014 volvió a la Universidad para impartir química orgánica, aunque nunca dejó de hablar de política con sus amigos socialistas, con algunos de ellos casi a diario como Susana Díaz, el extremeño Vara y el aficionado al fútbol y compeñero de universidad Jaime Lizaweski o la inconsoloble Elena Valenciano.

Un día de luto oficial en toda España, la campaña electoral interrumpida por parte de todos los partidos políticos y el Congreso de los Diputados abrió su puerta de los Leones, la última vez que estará en este recinto donde pasó más de 20 años, para recibir su ferétro, donde será velado por familia, amigos, compañeros de partido y los principales líderes de los partidos rivales.

De su paso por la política tal vez fuera uno de los personajes polítocos que más descalificaciones recibió, pero también uno de los más respetados y homenajeados. Su rival más directo, Mariano Rajoy ha sido uno de los primeros en mostrar su respeto: «adversario digno de respeto y admiración», escribía en una carta.

Vicepresidente del Gobierno, ministro de Interior, ministro de Educación y el quinto personaje destacado de la vida política española en ser velado en el Congreso de los Diputados, después de Adolfo Suárez, Calvo Sotelo, Gabriel Cisneros y Manuel Marín. «No hay otro puesto más importante que ser diputado», solía explicar.

Ahora todos son palabras de reconocimiento porque se ganó a pulso ser «un hombre de Estado». Así lo reconocían todos por unanimidad, con independencia del partido político desde el que se hablara, algo increíble en plena campaña electoral.

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