Senador Iceta

13/05/2019

Josep M. Orta.

Seguro que Pedro Sánchez no es tan ingenuo como para pensar que su propuesta que Miquel Iceta presida el Senado será tomado en Catalunya como un gesto de buena voluntad con los catalanes.

Por una parte son muchos los que consideran la Cámara Alta como una institución absolutamente prescindible. En sus mas de cuarenta años de historia sólo ha tomado una decisión trascendente: la aplicación del artículo 155.

La irrelevancia de esta institución queda demostrada por el hecho de que Miquel Iceta no piensa renunciar a seguir siendo diputado en el Parlament ni a continuar dirigiendo el PSC, lo que da fe del poco trabajo que tienen el presidir el Senado.

Dejando al margen las peripecias para que el Parlament designe al primer secretario de los socialistas catalanes como senador autonómico (cargo del que cesaría en futuras – y quizás inminentes – elecciones catalanas) hay que buscar las razones por las que el actual presidente del Gobierno ha pensado en el incombustible político catalán para este honorífico cargo.

El PSC está saliendo de una profunda crisis en las que el sector nacionalista ha abandonado el partido y en los últimos tiempos ha tenido como compañeros de viaje los nacionalistas españoles del PP, Ciudadanos y Vox, no dudando en compartir manifestaciones con estas formaciones e incluso mostrando una nula humanidad con sus compañeros parlamentarios encarcelados. Atrás queda un partido que defendía tanto en su programa electoral como en sus intervenciones en el Parlament el derecho de los pueblos a la autodeterminación y se alineaba en las votaciones a los grupos que defendían en la cámara catalana el referéndum, aunque en su caso siempre resaltaba que tenía que ser pactado con el Estado.

En contrapartida el dirigente catalán siempre ha defendido que el problema catalán es político y ha rechazado su judicialización. Es un hombre dialogante y en su vida política siempre ha cuidado las formas. Incluso ha sabido evitar las descalificaciones personales y la crispación que otras formaciones han llevado a la actividad parlamentaria. En este sentido es un político de la vieja escuela.

En contrapartida es una persona que en su larga vida política ha sabido adaptarse a los cambios de rumbo que tomaba su partido y lo que ayer defendía con entusiasmo ahora es capaz de abogar por lo contrario sin que se le caigan los anillos. Sin embargo es un político apreciado y respetado por el resto de miembros del Parlament y no provoca el rechazo de otros dirigentes. Está claro que Iceta no es ni Dolors Montserrat ni Albert Rivera, ni para sus compañeros de escaños ni para el pueblo catalán.

La aspiración confesada de Iceta es llegar a la presidencia de la Generaliltat y quizás Pedro Sánchez con su propuesta de que presida el Senado no es más que una maniobra para potenciar el deseo del socialista catalán en unos momentos en que los socialistas tienen el viento de cara.

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