Vértigo infinito

17/05/2019

Miguel Ángel Valero. Victoria León gana con "Secreta luz" el IX Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado.

Victoria León (Sevilla, 1981), filóloga, traductora (Oscar Wilde, Ford Madox Ford, John Ruskin, Alfred Tennyson, R. L. Stevenson, Ruyard Kipling, Arthur Conan Doyle, entre otros), crítica literaria (en publicaciones como Clarín o Mercurio y en el blog Estado Crítico) y escritora (publicó en 2017 el libro de aforismos «Insomnios»), gana con «Secreta luz» el IX Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, publicado en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara.

Es un libro breve, apenas 69 páginas, pero muy intenso en su treintena de poemas, centrados en la pérdida, el dolor, la soledad. Que comienza proclamando que «la poesía exige incandescencia«, «bajar al propio infierno sin más guía, haber mirado al mar sin esperanza y conservar, al menos, un puñado de cenizas que aún quemen en el alma».

Para afirmar que «vivir es este vértigo infinito, esta tormenta de melancolías; caer tan solo, hundirse en el silencio». Un silencio que es «el no de los cobardes, la interminable soledad del miedo, la pregunta que nadie nos responde».

Pese a todo, «no renuncié a la sed de mi nostalgia; beber no quise el agua del olvido». Porque «qué distinto nos suena nuestro nombre cuando una voz que amamos lo susurra».Y «a veces solo nuestro amor por alguien nos mantiene secretamente vivos».

Pero «¿por qué da esta tristeza tanto frío? ¿Por qué no puedo ni borrar las huellas que has dejado en mi vida sin herirme». Ella misma se contesta: «no soy más que el espejo en que te buscas cuando sientes nostalgia de quien fuiste». «¿A dónde ir con tanta soledad cuando nos huye todo lo que amamos?», insiste.

Aunque » en todas las esquinas hay sueños sin retorno» y «persiguiendo un fantasma nos perdemos un día, sonámbulos y ciegos, en nuestro laberinto». Y «nadie oye ese ruido sordo y triste que resuena tan solo en el vacío de un alma repentinamente huérfana».

Porque «somos fantasmas de nosotros mismos que vagan por el mundo sin nostalgias en las que refugiarse de la muerte«, «monstruos avergonzados en la noche que ya no esperan redención de nada, pues no hay luz que los salve en este mundo».

«Es siempre la memoria amarga copa que promete consuelo y solo quema tan pronto como roza nuestros labios», concluye.

 

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