La España desplazada

05/06/2019

Hernando F. Calleja.

Antes que nada, disculpen los ocasionales lectores por la inmodesta resonancia orteguiana del título. La razón del mismo es que llevo tiempo interrogándome sobre diversas y significativas interpretaciones de ese lugar común que llamamos España y una de ellas es la resistencia activa y pasiva al cambio, no solo por organizaciones políticas o sociales, sino por grupos informales y dispersos que podríamos calificar como corrientes de opinión.

Me voy a referir a opiniones y actitudes con arraigo social, de muy distinta naturaleza y que, una vez más perdón por la inmodestia, no coinciden con lo que yo entiendo que es el ser y el deber ser de España o en castizo, el aquí, el ahora y el futuro. Empecemos por el aquí.

Una nación es mucho más que su soporte geográfico, pero también el territorio es más que un simple accidente. Creo que en esto puedo coincidir con los nacionalismos, que, como casi nada en la vida, no son reprobables per se. Sin embargo, la deriva del nacionalismo de viejo cuño hacia la privacidad del territorio para sus naturales; la acreditación de privilegios para los que se consideran genuinos pobladores; la atribución de exclusividades étnicas basadas en puros elementos distintivos que repugnan a la ciencia, produce distrofia de la sociedad igualitaria y conducen, por pura inercia, a estragar el modelo hasta su destrucción.

Hay nacionalismos de nuevo cuño que han convertido la descentralización administrativa (que fue realizada con elementos identificativos, pero también con otros elementos rigurosamente arbitrarios) en base retórica de nuevas identidades diferenciadas en su espacio, exacerbando las variaciones lingüísticas, la exaltación folklórica o convirtiendo su fracción del territorio nacional en taifas donde la España caciquil ha encontrado su último refugio.

Esta descolocación (hoy diríamos deslocalización) espacial se nutre también de la descolocación en el tiempo, en la medida que los nacionalismo, viejos y nuevos, desplazan a la opinión de los procesos de integración multinacional, en nuestro caso, de la situación de España dentro de la Unión Europea.

La descolocación temporal, a la que me voy a referir ahora, es mucho más compleja, porque atañe a muy diversas maneras de sentirse en el ahora y la aún más complicada proyección hacia el futuro.

Una de las desubicaciones que padecemos tiene que ver precisamente con esto. Hay corrientes de opinión que dedican más tiempo a mirar al retrovisor que a la carretera que tienen por delante. Sus esfuerzos de persuasión se dirigen a mitificar un pasado más o menos distante, desfigurado por la idealización y el mito. No niego que la nostalgia sea una magnífica actitud poética, pero sólo eso, poética y no política. Por visualizar a qué me refiero y por neutro orden cronológico, citaría a los republicanistas (ojo que no digo republicanos, entre los que me cuento), a los franquistas y, si se me apura, por el tiempo transcurrido, a los transicionistas nostálgicos. Ninguno de ellos tiene nada que aportar al futuro si se quedan en esas posiciones. Este es otro mundo.

Otros de los desplazados en el tiempo son los que se sienten atenazados por las ideologías. Me alarma la abundancia de estas corrientes de opinión sacralizadas, aceptadas acríticamente y que impregnan la política, la economía, las costumbres, los comportamientos, las religiones y hasta el deporte. Repudio ese anclaje de las ideologías en el tiempo, esa inmutabilidad de la que somos tan adeptos. Suponen un freno al progreso. Frente a lo que comunmente se pregona, dudo que haya ideologías progresistas, porque todas se basan en una realidad retardada y porque, además, tienen un componente totalizador. Me siento más cerca de aquello que Popper denominó fondo de conocimientos, que es un concepto mucho más elástico, más modelable en el tiempo, más libre.

Este es un esbozo, quizás demasiado largo, de la España que veo desplazada del trazado del futuro, una sociedad de esfuerzos baldíos, una colectividad que no encuentra el lugar y el tiempo que le corresponde.

 

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