Cambalache

12/06/2019

Josep M. Orta.

“Quiero ser el alcalde de todos” oiremos repetir a los electos tras cerrar el ciclo electoral con la constitución de los nuevos ayuntamientos. De boquilla muchos querrán olvidar las líneas rojas que marcaron a la hora de configurar mayorías y como estas en muchos casos saltaron por los aires en pro de lograr la poltrona.

Es evidente que las palabras se las lleva el viento. Dicen que los franceses quieren gobiernos de izquierdas para que gobiernen como lo haría la derecha. Aquí los socialistas se llenan la boca con su supuesto izquierdismo pero a la hora de la verdad temen realizar políticas progresistas e incluso ven con recelo aliarse con los que teóricamente son sus aliados naturales (Podemos). Gestos a la galería muchos (la exhumación del general Franco) pero a la hora de abolir la ley mordaza, por ejemplo, no hay prisa.

La derecha también pone líneas rojas con Vox hasta que sus votos le hacen falta para gobernar, entonces miran para otro lado y están dispuestos a renunciar a no pocos principios para conseguir la vara de alcalde o tocar cotas de poder. Hoy son de derechas, mañana de centro, ayer eran socialdemócratas hoy liberales…

La política municipal es la más próxima a los ciudadanos y a veces se olvida que en las casas consistoriales lo que ha de primar es la gestión y sobretodo el sentido común. La mayoría de los problemas cotidianos no son ni de derechas ni de izquierdas y su solución es obvia. Si a la salida de un colegio atropellan en poco tiempo a dos escolares gobierne quien gobierne mandarán a un urbano que regule el tráfico, por ejemplo.

A veces se olvida que lo importante de un gobierno municipal es que la ciudad funciones y a veces los politiqueos de tres al cuarto o por las incompatibilidades políticas, líneas rojas o piques personales frecuentes en los pueblos propician que los dignatarios olviden su principal tarea. En otros casos los concejales se olvidan de las consignas de los mandamases de sus partidos y no dudan en votar las resoluciones que consideran necesarias para su población.

Ahora veremos si la crispación que vive la alta política se contagie en los nuevos consistorios con vetos o líneas rojas o por el contrario se dediquen a hacer política municipal, que no es poco.

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