Progresía, cooperación y otras perversiones del montón

13/06/2019

José María Triper.

Define la Real Academia la palabra cooperación como el “procedimiento para la adopción de decisiones que requiere un acuerdo de voluntades entre dos o más partes, bien para producir un acto o plan conjunto, bien para asegurar la participación de unas entidades en los procedimientos que deben ser resueltos o decididos por otros”. Un significado que aplicado en su literalidad en nada implica la participación de todas las partes en los órganos de ejecución en los asuntos o procedimientos. Más bien al contrario puesto que indica que dichos asuntos deben ser “resueltos o decididos por otros”. Todo lo contrario de la coalición que la RAE  define como la “unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés”.

Sólo  así pueden entenderse la ambigüedad de los negociadores socialistas, incluido el siempre nítido Ábalos, aludiendo a ese término tan novedoso como inexplicado de “gobierno de cooperación” con Iglesias y Podemos.  Una cooperación que de atenernos a la literalidad daría al traste con las aspiraciones de los podemitas de entrar en el Gobierno por mucho que el increíble hombre menguante de Galapagar siga implorando entrar en un Ministerio aunque sea de bedel.

Claro que si algo saben hacer los políticos con desvergüenza es pervertir el lenguaje y prostituir ideas, programas y significados. Y por eso, sólo así puede entenderse también que la candidata socialista de Navarra María Chivite y sus acólitos tilden de “progresista” un gobierno con el PNV que es el partido tradicional de la derecha más rancia y de la burguesía conservadora en el País Vasco y que prefiera casarse políticamente con Bildu, los herederos de la banda terrorista ETA, antes que permitir el gobierno de Navarra Suma, que ganó las elecciones con una amplia mayoría.

Algo similar a lo que le ocurre al fracasado Manuel Valls en Barcelona que se rasga las vestiduras si sus socios de Ciudadanos se reúnen con Vox, mientras él no tiene reparos en contaminarse apoyando a los populistas y antisistemas de Ada Colau y su Barcelona en Comú. Son las extravagancias y las contradicciones de esa trasnochada guche divine tan incoherente como inoperante.

 

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