El abuso de los precios energéticos en España

17/06/2019

Francisco Javier López Martín.

El bombardeo al que nos vemos sometidos, sin comerlo ni beberlo, no es normal. Que no ahorramos, dice el banco de España, al tiempo que nos espeta un bofetón en plena cara, afirmando que el salario mínimo de 900 euros al mes es demasiado y que, aunque no se haya cumplido su vaticinio de que se perderían cientos de miles de empleos, no da por perdida su capacidad de profetizar desastres hasta que se cumplan.

Los escuadrones de la Comisión Europea, la misma que nos condenó a duros y largos años de recortes y miseria, vienen a decir que vamos bien y que no nos vigilarán tanto, pero que prestemos atención a la desigualdad, la pobreza y la temporalidad del empleo. Vaya, que nos hemos pasado con los recortes y tenemos el país hecho unos zorros.

Sin dejar respiro alguno, ese organismo esotérico al que llaman Autoridad Fiscal Independiente (se entiende que independientes de la ciudadanía), viene a decirnos que los parados de larga duración no buscan ese empleo que no existe, porque reciben ayudas del Estado y, ya de paso, nos abofetean con una propuesta de que Correos no reparta cartas todos los días, porque eso ya no está de moda, entre otras lindezas.

Vivimos en un país en el que hasta el más tonto hace relojes. Y, a base de destrozar maquinas del tiempo nos van entreteniendo, creando polémicas y debates interesados, para que no nos demos cuenta de los problemas reales que nos carcomen. Para que pasemos por alto que, entre votación y votación, los precios suben y los salarios y las pensiones, cuando no retroceden, crecen miserablemente. Nos tienen tomada la medida.

Cae en mis manos un informe europeo sobre la subida de los precios de la energía de uso doméstico en Europa. No hace falta ser un genio para intuir, antes de leerlo, que volvemos a situarnos a la cabeza de todos los despropósitos. En tan sólo un año el precio de la electricidad de uso doméstico ha subido un 13´8% en España, mientras que en la zona euro ha subido un 3´1%.

Llama la atención que tan sólo Chipre nos gane y que en países como Alemania, o Polonia, los precios bajen, mientras que en Italia, Francia, Bélgica, Grecia, Portugal y otros 21 países europeos, las subidas no superan el 6%, la mitad de lo que crecen nuestros precios eléctricos.

Además, en muchos de estos países, las tasas e impuestos pesan mucho más que en España en el recibo mensual. En países como Alemania, Dinamarca, o Portugal, los impuestos y tasas suponen más que el propio coste de la energía consumida. Sin embargo en España las tasas e impuestos pesan poco, menos de una quinta parte, lo cual quiere decir que la mayor parte de lo que pagamos se lo llevan crudo las eléctricas. Dicho de otra manera, el sistema de fijación de precios es abusivo, especulativo y usurero. Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo impide y los gobiernos lo permiten. Las puertas giratorias están en juego.

Cuando miramos esos mismos precios, expresados en términos de poder de compra, y pese a la mayor pobreza de muchos países europeos, volvemos a situarnos a la cabeza, tan sólo por debajo de Alemania y Portugal, con 27´4 euros por cada 100kWh. Con la particularidad ya explicada de que, tanto alemanes, como portugueses, pagan muchos más impuestos que nosotros en el recibo. Lo que nosotros pagamos va a beneficio de las eléctricas muy mayoritariamente, como ya quedó explicado.

En el caso de los precios del gas de uso doméstico, siempre menos aireados, ocupamos también los primeros puestos del disparate, con 9´7 euros por kWh, tan sólo por detrás de Suecia, Italia y Dinamarca, pero con la misma característica de que, sin tasas e impuestos, el precio nos sitúa de nuevo entre los dos países de toda Europa con precios más altos.

Sería bueno que quienes se aprestan a gobernar en España, ya sea en el gobierno central, en los ayuntamientos o las comunidades autónomas, tomaran en cuenta que, según diferentes informes nacionales y europeos, entre el 35 y el 40% de la población española, sufre los efectos de alguno de los factores asociados a la pobreza energética, ya sean retrasos en el pago de los recibos de luz y gas, o no poder calentar la casa adecuadamente en invierno.

Nuestros recibos energéticos, sin tasas e impuestos, son excesivamente altos en relación con nuestras rentas y nuestro poder de compra. Existe un claro abuso en materia de fijación de los precios de la energía. Creo que el patriotismo, la unidad de España y muchas de las tensiones sociales que vivimos, tendrían remedio si los gobernantes se ocupasen de solucionar los problemas acuciantes de la ciudadanía, recomponiendo las políticas públicas tras el largo proceso de recortes y corrigiendo el abandono de necesidades básicas para la vida, como el precio de la energía. No es un problema de bonos sociales tortuosos, diseñados para lavar la cara de gobiernos y empresas energéticas. Se trata de justicia y buen gobierno.

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