Entre Iglesias y el desastre

19/06/2019

Luis Díez.

Se van a cumplir tres semanas desde que el rey cumplió el trámite de encargar la formación de gobierno al dirigente del PSOE y presidente en funciones, Pedro Sánchez, sin que el discreto tira y afloja con “el socio preferente” y único posible, Pablo Iglesias, haya producido resultados que llevar al folio. Dicho de otro modo: la pregunta de si Iglesias será ministro y de qué puede ser ministro sigue en el aire. La cuestión de si será vicepresidente con residencia en La Moncloa sigue sin respuesta. Ni siquiera los medios de comunicación favoritos de los interlocutores han podido contar los avances de la penúltima reunión entre Sánchez e Iglesias, celebrada el martes, 18 del corriente. Y si no los han contado es que no ha habido avances. Las posiciones están “muy alejadas”, dijo una fuente solvente.

Sánchez no se apea de su tesis de un gobierno socialista con independientes. E Iglesias tampoco se baja del caballo del gobierno de coalición. Coinciden más en las políticas a realizar que en la formación del equipo para sacarlas adelante. El de Podemos pide oxígeno y visibilidad para salir del bache y el del PSOE encuentra más inconvenientes que beneficios en un Ejecutivo de coalición. ¿De qué podría ser ministro Iglesias? ¿De Asuntos Exteriores, Justicia, Defensa, Interior o de Economía y Hacienda? Son los departamentos de mayor rango político, sin demérito de Trabajo y Seguridad Social, Educación, Sanidad y Cultura y Deporte.

Resulta curioso el argumento de Iglesias en el sentido de que un gobierno de coalición “daría estabilidad” cuando de antemano sabemos que lo de Unidos Podemos no es posible (y lo de Unidas, tampoco). ¿Cuánto tardarían los “unitarios”, confluyentes o no, en rebelarse y fraccionar el bloque de 42 diputados ante una decisión gubernamental dura para sus electores? ¿Cuánto tardarían en precarizar al Ejecutivo de coalición con una campaña en contra? ¿Cuánto duraría Iglesias en ese gobierno? No son preguntas baladís, que diría el vasco Aitor Esteban, sino obligadas por la dinámica de una “izquierda transformadora” especialista en banderías y subdivisiones.

La otra fórmula, la del gobierno de cooperación, por seguir el juego verbal al uso, no daría a Iglesias la cartera de Exteriores, pero sí algunas embajadas políticas; tampoco la de Defensa, pero sí asesorías y agregadurías; tampoco la de Interior, pero sí información e influencia; tampoco la de Economía y Hacienda, pero sí puestos clave y fuerza en las reformas fiscales y estructurales pendientes. Y otro tanto se podría decir de los negociados de trabajo y pensiones, educación, sanidad y servicios sociales (pese a estar transferidas las competencias), y en las políticas de vivienda y empleo, especialmente orientadas hacia la juventud.

Mientras Iglesias y su equipo dilucidan si gobernar es influir con la fórmula ofrecida por Sánchez, va quedando clara la posición de los nacionalistas catalanes entre el “no” y la abstención a la investidura del socialista, se inclinan por el “si” el PNV y los representantes de Compromís y el PRC y confirman su unión en el “no” los del bloque de derechas (PP, Cs y Vox). También va quedando claro que el tiempo es líquido, los líquidos se secan y el tiempo se acaba. La Mesa del Congreso se reúne el jueves, estudiará el calendario y propondrá a la Junta de Portavoces una fecha para la sesión de investidura, probablemente antes de que concluya junio. Si Podemos se abstiene, Sánchez no saldría elegido presidente ni en la primera votación por mayoría absoluta ni en la segunda por mayoría simple (más votos a favor que en contra). Vale suponer de la responsabilidad de ambos dirigentes que eso no ocurrirá ni, dada la aritmética parlamentaria, abocarán al país a unas nuevas elecciones generales. O sea…

 

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