Pedro Sánchez volvió más que satisfecho del resultado del reparto de cargos en la Unión Europea. Es de suponer que el motivo de su sonrisa no está en los cargos que ha conseguido para el grupo de la socialdemocracia si no por que se saca de encima a José Borrell.

De la misma manera que muchos franceses vieron con satisfacción la huída de su ex jefe de Gobierno Manuel Valls y su fuga a tierras extranjeras, no pocos ciudadanos ven con satisfacción sacarse de encima al veterano político de la Seu (ya fue ministro en los gobiernos de Felipe González).

Si hace pocos días renunció a su escaño en el Parlamente Europeo justificando que su presencia en el Gobierno español era necesaria mientras se negociaba la investidura de Pedro Sánchez, no pasó ni una semana para que este argumento decayera y fuera propuesto como el alto representante de Política Exterior de la Unión Europea. Evidentemente esto es una buena noticia para España y pésima para Europa (claro que tal como están las cosas en el continente, que más da).

Sin embargo para ocupar este puesto (y el de ministro de Exteriores) teóricamente se requiere unas ciertas dosis de diplomacia y otras no menores de humildad, virtudes de las cuales Borrell no suele abusar. Siempre ha sido un prepotente incapaz de trabajar en equipo y un especialista en crear problemas donde no los hay.

Claro que en los tiempos que corren por el mundo quizás la elección de Borrell para dirigir la diplomacia europea quizás no sea tan desacertada como aparenta, quizás la política exterior europea se puede poner a la altura de la diplomacia que ejercen personajes tan pintorescos como Trump o Putin.

Ahora sólo falta desear que la campaña #stopborrell no tenga éxito.