Órdago a la chica

05/07/2019

Maite Vázquez del Río.

El 28 de abril, hace dos meses y una semana, los españoles fuimos a votar y esa misma noche electoral conocimos los resultados: todos habían ganado, aunque los más perjudicados resultaron ser PP y Unidas Podemos. Todo cifrado y democratizado. Pero a la vista de lo sucedido en todo este tiempo, más aún si sumamos los resultados de las elecciones autonómicas y locales, comprobamos que la democracia juega malas pasadas porque no nos van a gobernar quienes resultaron ser los más votados.

Ahora nos encontramos ante un carajal de mucho cuidado en muchos sitios, incluida la investidura del futuro presidente del Gobierno. Resulta que el partido menos votado y con menor representación en España, comunidades autónomas y ayuntamientos, anda echando órdagos a diestro y siniestro y a medida que pasan los días se insufla de los votos que no tiene para poner en jaque a todo el sistema democrático, porque es lo que yo digo o no hay gobiernos que nos gobiernen. Y todo porque Albert Rivera no quiere hacerse fotos con ellos.

Conocíamos lo mal que se llevan los partidos de izquierda, o si no que se lo pregunten a Pedro Sánchez cuando hace tres años no pudo ser nombrado presidente del Gobierno porque Pablo Iglesias le negó su apoyo y nos gobernó Mariano Rajoy. Entonces Rajoy y Rivera se pusieron de acuerdo para evitar males mayores, a su entender: que gobernara la izquierda. Y podríamos volver a una situación similar porque, no nos engañemos, las poltronas ministeriales importan, sobre todos a quienes nunca han gobernado y con las previsiones del CIS a la baja, siguen erre que erre reclamando ministerios a cambio de dar gobernabilidad al país.

Pero los partidos de derecha parecen ser, ahora, peores; malos negociadores e intransigentes, con los mencionados órdagos permanentes porque o conmigo o la nada. A los ciudadanos nos ofrecen la nada y volver a votar. Se escudan en alianzas socialistas con otros partidos que tienen manchadas sus manos de sangre o que proclaman la independencia. Pero se olvidan que en España existen unas reglas democráticas que aceptan que estos partidos puedan concurrir a las urnas y tener representantes en el Congreso de los Diputados, en el Senado, en los gobiernos autonómicos y en los ejecutivos locales. ¿Si no se ajustaran a las reglas podrían concurrir? Y si concurren ¿por qué no se aceptan los resultados?

Ahora la democracia se juega con las reglas del mus, se deja de negociar, y todos se aferran al mango de su sarten… Para quienes conocen este juego de cartas, solo puedo recordarles una de sus reglas: ¡jugador de chica, perdedor de mus!

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