¡Es la economía estúpido!

18/07/2019

José María Triper.

No es la primera vez que utilizo como titular esta frase, atribuida a James Carville, el estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, ni probablemente será la última. Pero en este momento en que estamos deshojando la margarita de la investidura y del futuro próximo de España, me parece conveniente recordar al candidato y su partido, que en una situación de estancamiento de la economía mundial, especialmente en Europa, de guerras comerciales y de graves incertidumbres políticas, la prioridad de toda acción de Gobierno con sentido de Estado debe ser la economía y el mantenimiento de las reformas estructurales que nos han permitido situarnos hoy como el país con mayor crecimiento económico entre los grandes de la UE.

Un logro este del que se ufanan el Presidente en funciones y su equipo económico pero que ha sido posible sólo por obra y gracia de las reformas y los Presupuestos del Gobierno de Mariano Rajoy, que el PSOE descalificó y votó en contra, y con los que ahora gobierna prorrogados.

De la misma forma que la importante reducción del desempleo, que está en su nivel más bajo de los últimos diez años, es un éxito que obedece, no a la ministra Valerio, sino única y exclusivamente a la reforma labora de su antecesora, Fátima Báñez. La misma que el PSOE defendía derogar y que ha posibilitado la creación de medio millón de puestos de trabajo cada año.

Otro tanto ocurre con los datos del comercio y del turismo, las políticas de igualdad o la progresiva equiparación y dignificación de los autónomos. Mejoras todas ellas aprobadas o diseñadas por el Ejecutivo popular y que en el caso del sector exterior empiezan a tambalearse. Tanto las exportaciones como las importaciones muestran una evidente desaceleración, con más intensidad para las compras, mientras que el déficit de la balanza corriente y la necesidad de financiación de nuestra economía duplicaron en el primer trimestre a los registrados en el mismo periodo del año pasado.

Una variación altamente preocupante si tenemos en cuenta que las exportaciones fueron, junto al turismo, el motor que mantuvo a flote el buque de la economía española en los años más duros de la crisis y el principal impulso de la recuperación, además de convertirse en el paradigma del cambio de un sistema productivo, factor este que se ve agravado por el deterioro de la competitividad de nuestras empresas y productos consecuencia de las subidas fiscales, la falta de disciplina presupuestaria, la inestabilidad política o la ruptura de la unidad de mercado.

Y las expectativas no son precisamente halagüeñas. El aumento de las trabas comerciales y la debilidad de los mercados emergentes van a seguir reduciendo el comercio internacional y, por tanto, también de las exportaciones españolas. Mientras que la reducción de las importaciones es un síntoma alarmante de caída de la demanda interna, especialmente en la inversión.

Si a esto añadimos que la deuda pública vuelve a situarse casi en máximos históricos tras crecer 12.400 millones en los cinco primeros meses, hasta 1,19 millones de euros, que el FMI ha alertado de que España debería reanudar el proceso de consolidación fiscal con el objetivo de reducir su considerable déficit fiscal estructural» y acometer reformas adicionales para reducir la dualidad de su mercado laboral entre trabajadores indefinidos y temporales y que el Banco Central Europeo acaba de pronosticar un crecimiento más débil en la eurozona par los dos últimos trimestres de este año, pues parece meridianamente claro que, como decíamos al principio, ¡es la economía estúpido! y que los tiempos no están para dar entrada en el Gobierno a populistas o ceder a sus propuestas so pena de volver a la casilla de salida de la crisis.

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