El decorado se llama fiscalidad

22/07/2019

Luis Díez.

La primera sesión del debate de investidura de Pedro Sánchez Pérez-Castejón como candidato a sucederse a sí mismo en la presidencia del Gobierno tras las elecciones generales del 28 de abril –¿se acuerdan?– sirvió para dejar claro que no obtendrá hoy más que los 122 votos favorables de su grupo, el PSOE, y que la falta de apoyo de Podemos y sus confluencias mantiene el suspense hasta el jueves. Pablo Iglesias Turrión, el del asalto a los cielos, recurrió a ardides de tan burdo calibre que no caben en entendedera humana. “Respeten a nuestros 3,7 millones de votantes y no nos propongan ser un mero decorado en su gobierno porque no lo podemos aceptar”, dijo. Su recorrido genérico por la negociación desmentía su aserto. Los decorados son para las obras de ficción, no de gobierno. Ninguna ministra o ministro puede ser considerada un florero.

El programa presentado por Sánchez recogió los compromisos electorales del PSOE de abordar las reformas legales necesarias para acabar con las secuelas más nefastas de la reforma laboral, garantizar el sistema público de pensiones y combatir la pobreza y la precariedad. Añadió la implantación de la renta básica, muy demandada desde Izquierda Unida y Podemos. Siguió por la educación, con la promesa de dedicar el 5% del PIB, unos 60.000 millones de euros anuales. Y aportó otro conjunto de medidas bien intencionadas en los otros cuatro ejes de su acción de gobierno.

Inútil, aunque necesario, fue que pidiese la abstención de las derechas para no bloquear con sus votos contrarios la posibilidad de que España tenga gobierno y oposición. Tanto Rivera como su clon Casado emplearon su turno para iluminar el cielo con fuegos de artificio, formando un mayúsculo monosílabo: No. Les cortó Sánchez el argumento de la “venta de España” a los malvados separatistas catalanes, a los que no mencionó, salvo para describir una realidad insoslayable: somos Europa. Los de ERC, que fluctúan entre el no y la abstención, se sintieron ninguneados. Pero ocupan el lugar que los electores y no Sánchez les ha asignado.

Lo sorprendente, después de todo, es que el candidato no haya hecho una sola alusión a la política fiscal que piensa aplicar para fortalecer el Estado del bienestar y las reformas anunciadas al gusto de la mayoría social. Es ahí, según algunos comentarios recogidos por el cronista, donde las diferencias con Podemos son mayores. Los podemitas quieren colocar a uno de los suyos en Hacienda. También en Trabajo y en Vivienda. La negociación sigue adelante. Lo que no se entendería es que la izquierda no se entendiera y el binomio libertad-igualdad por el que apuesta el socialdemócrata Sánchez acabara el manicomio.

 

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