El escaparate

15/08/2019

José María Triper.

La formación de un gobierno de centroderecha en la Comunidad de Madrid, con fórceps, pero ya vivo, convierte a esta región y a la capital, que son las más importantes y emblemáticas de España, en un escaparate nacional de lo que puede ser, de lo que es y también de lo que debe ser, el ejercicio, el debate y la gestión políticas.

El puede ser está implícito en el programa anunciado por la ya hoy presidenta, Isabel Díaz Ayuso, que ella dijo tiene a la libertad como referente y como puntos clave una bajada histórica de impuestos -hasta el 5,5 por ciento en el tramo autonómico del IRPF-, la educación, la sanidad, la seguridad, la digitalización, la unidad nacional y el medio ambiente, siendo la rebaja fiscal el eje central de su propuesta política. Porque si con esta revolución impositiva Madrid consigue mantener e incrementar su primacía en crecimiento del PIB y del empleo, en creación de empresas -el 85 por ciento de los emprendedores vienen a Madrid- en atracción de inversiones extranjeras y en calidad de los servicios públicos, se habrá convertido en la plataforma de lanzamiento del PP de Pablo Casado y en un contrapoder a las políticas de subidas de impuestos indiscriminadas, prohibiciones, cortapisas el empleo, populismo en el gasto y coqueteos con los independentistas de Pedro Sánchez, si es que al final consigue gobernar.

El escaparate de lo que es lo escenifica la propia figura de la Presidenta. Tras unos comienzos titubeantes en los que mostraba una falta de preparación, de capacidad y de discurso preocupantes, Isabel Díaz Ayuso ha sorprendido a extraños y a muchos de los propios revelándose como una excelente parlamentaria, desenvuelta, con recursos y que aparenta tener suficientes aptitudes para ocupar el cargo para el que ha sido investida.

Tras un primer discurso institucional y hasta aburrido, Díaz Ayuso se creció en las réplicas, destrozando a las flojas y dogmáticas portavoces de Podemos y de IU, y dando la talla ante ese magnífico parlamentario que es Iñigo Errejón, al que desenmascaró aludiendo a sus servidumbres ideológicas, a su tolerancia y hasta colaboración con la dictadura venezolana y a su desconocimiento de lo que es Madrid y sus problemas porque sus ambiciones políticas van más allá del ámbito de la Comunidad. En definitiva, que la presidenta demostró tener una altura dialéctica que hasta ahora no exhibía y sólo falta que demuestre idéntica preparación en la gestión y el cumplimiento de lo prometido.

Y el lo que debe ser hay que atribuírselo al portavoz socialista, Ángel Gabilondo, que se desmarcó de las demagogias y acusaciones personales y familiares de las formaciones a su izquierda. Un savoir faire político que resumió en una frase que debiera quedar para la pequeña historia del parlamentarismo patrio: “podemos debatir en lugar de insultarnos”. Un deseo que hoy brilla por su ausencia en la política española y que el propio Gabilondo expresó casi a modo de testamento porque él mismo sabe ya que desde sus propias filas están ya trabajando para buscarle un sustituto. Los mismos que entienden que hoy la educación, las ideas y la cortesía no tienen cabida en la política.

 

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