La granularidad del tiempo

13/09/2019

Miguel Ángel Valero. La obra del artista irlandés Eamonn Doyle juega con el concepto del laberinto y muestra las pistas y los rastros que las personas dejan.

Eamonn Doyle (Dublín, 1969) quería ser un «fotógrafo del mundo». Desde luego, lo es de Dublín, como se puede comprobar en la exposición organizada por la Fundación Mapfre, hasta el 26 de enero de 2020 en la Sala Bárbara de Braganza, y formada pr 153 fotografías, cinco foto libros y una video-instalación de nueve pantallas.

Las fotografías de Doyle hablan de la granularidad del tiempo, juegan con el concepto de laberinto, y muestran las pistas y los rastros que los seres humanos van dejando.

La exposición comienza con la serie i, la primera de su conocida «trilogía de Dublín» (formada también por ON y End), con figuras solitarias y silenciosas, ajenas al mundo que las rodea, en O’Connell Street, en un Dublín que parece detenido en su pasado, como si esperara instrucciones para volver a moverse.

La serie ON muestra un Dublín en blanco y negro, esculpido en el hormigón granuloso de las fotografías.

End muestra una ciudad atrapada en un bucle. Las figuras y los objetos se repiten en una danza colectiva inconsciente, que parece ordenada por fuerzas invisibles.

Visita de Estado es una obra muy original, formada por cientos de fotografías de tapas de alcantarilla, realizadas en los días previos a la visita de la reina Isabel II a Irlanda en 2011. Las tapas están marcadas con pintura amarilla o blanca para indicar que han sido revisadas por las fuerzas de seguridad y para revelar si se ha producido una manipulación posterior.

Made in Dubiln también es muy original, con nueve pantallas que cambian constantemente para mostrar una ciudad en movimiento. Participan en este singular trabajo, una coreografía de la ciudad y de sus habitantes, Niall Sweeney, David Donohoe y Kevin Barry.

En K, Doyle abandona Dublín por el extremo occidental de Irlanda y por Extremadura. Figuras espectrales, los irlandeses atlantes, azotadas por el viento conducen a una meditación sobre el dolor y las fuerzas que mueven el mundo, completada con la música de David Donohoe basada en el keen, una canción tradicional de Irlanda que se usa en los funerales.

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