¿Y ahora qué?

14/10/2019

Josep M. Orta.

Ya tenemos sentencia sobre el procés y la palabra que se oye en Catalunya es que la decisión de la Audiencia Nacional más que justicia parece venganza. El salir a la calle ha sido la reacción espontánea de mucha gente y los cortes de carreteras, concentraciones y manifestaciones con graves perturbaciones del tráfico enuna nueva modalidad de protesta que llaman tsunami democrático, que no es otra cosa que realizar una acción y cuando se termina ir a otro sitio a hacer lo mismo. Han empezado con el aeropuerto de Barcelona.

Y esto sucede en una comunidad que está ocupada militarmente por las fuerzas policiales y no cuesta ver en la calle agentes con metralleta y la porra en la mano. De momento no se han producido incidentes graves a diferencia de lo que sucedió el día del referéndum y pongamos velas para que ello no ocurra.

Era una reacción previsible aunque con la nueva filosofía de sedición que ha fijado con la sentencia la Audiencia Nacional miles de catalanes podrían ser acusados de estos delitos, como lo pueden ser en el futuro cualquier manifestación de protesta o incluso de resistaencia pasiva

Un pequeño detalle, mientras una parte del mundo judicial, expertas personalidades de reconocido prestigio en este ámbito, se ha escandalizado en voz alta no han tenido reparos en criticar la forma que se ha llevado este proceso desde el principio hasta el final. Coinciden en señalar que los jueces han reinterpretado las leyes de una forma en su opinión abusiva. Sorprende que esta inquietud de catedráticos y expertos en derecho no se haya visto reflejada en los miembros del Tribunal y hayan adoptado la sentencia por unanimidad, sin ningún voto particular. ¿Es que no hay entre los miembros de este tribunal que piense como los juristas cuando señalan que en este juicio se están forzando excesivamente la interpretación de las leyes? Dejo la pregunta en el aire.

¿Y ahora qué? Según Pedro Sánchez “ahora se abre una nueva etapa”, pero a lo largo de su discurso sólo se apreciaron amenazas de más mano dura y más represión. O sea que no dio la impresión de querer afrontar un problema político que gestó en el PP recogiendo firmas por las españas contra el Estatut aprobado por el Congreso y refrendado por los catalanes y que el Tribunal Constitucional le dio un gran tijeretazo que lo dejó irreconocible. A partir de aquí las fuerzas independentistas -que en los ochenta no llegaban al veinte por ciento se han disparado hasta rozar el cincuenta.

El Gobierno en funciones sigue sin interpretar lo que pasa en Catalunya. El problema no es judicial si no político y el juicio también lo ha sido

El lunes desmintió la afirmación de Sánchez de que el nacionalismo está en sus estertores. No quiere reconocer que en Catalunya no hay un conflicto interno, que la vida se desarrolla normalmente y la única crispación la provocan miembros de la extrema derecha con sus acciones violentas alentados por determinadas fuerzas políticas que quizás les gustaría que el mundo independentista rompiera su tradición pacífica y cayera en esta trampa (una pintada no es terrorismo y un abucheo tiene el mismo valor que un aplauso:mostrar adhesión o rechazo a una determinada actitud). El problema es que según las encuestas el ochenta por ciento de los catalanes piden un referéndum y PP, Ciudadanos o Vox en Catalunya hoy por hoy son fuerzas testimoniales mientras los socialistas catalanes están más pendientes de Ferraz que de sus votantes. Mientras las fuerzas nacionalistas, elección tras elección, siguen siendo las fuerzas más votadas. No me olvido de Podemos (los Comunes de Ada Colau) cuya postura no se alinea precisamente con el bloque constitucionalista.

Sabido es que la palabra negociar en el sentido que da la Real Academia no está en el diccionario de Pedro Sánchez algo tendrá que hacer, aparte de gastarse un dineral en enviar policías a Catalunya y en decir por el mundocon su España Globarl que España es una democracia y que hay separación de poderes.

De momento Pedro Sánchez (con el respaldo de populares y Ciudadanos) promete más represión (mas “a por ellos”) pero esto hace sangre pero no da soluciones, puede volver a aplicar el 155 pero con ello no parece que resuelva nada y empiece con una espiral de restricciones de las libertades que ahora afectarían a los catalanes y pasado mañana a todos (recuérdese la ley mordaza, por ejemplo). O, que sería lo sensato, reconocer el problema, modificar las leyes que haga falta y buscar salidas aceptables para todos, por que quizás hoy no haya más independentistas que hace dos años, pero tampoco menos y el problema no es entre catalanes si no entre una parte significativa de catalanes y el resto del Estado.

De propina ahora hay elecciones y no parece que los números que dan al PSOE sean tan optimistas como cuando las forzaron y a partir de noviembre acaso Pedro Sánchez necesitará los votos de sus apestados nacionalistas para lograr una mayoría parlamentaria.

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