ERC y PP se disputan ser pareja de gobierno de CiU

09/11/2010

Josep M. Orta. Barcelona. Populares y republicanos afrontan las elecciones del 28 de noviembre con un mismo objetivo: Ser la pareja de baile (de gobierno, en este caso) de CiU.

Mientras, de lo que está pendiente la ciudadanía es de la fecha para el partido Barça-Real Madrid y muchos temen -políticos incluidos- que coincida con la noche electoral.

La candidata a la presidencia de la Generalitat por el PP, Alicia Sánchez Camacho fue muy clara: “Somos los únicos que vamos a limitar el papel del nacionalismo en Catalunya, somos la garantía para frenar la deriva nacionalista de CiU y evitar un tripartito independentista”. Parecidas pretensiones tienen sus rivales de ERC. Su candidato Josep Puigcercós explicaba que “sólo ERC puede impedir que el PP, que es el enemigo de la lengua catalana, sea decisivo el 28-N”. Como la franja electoral de los dos partidos no es coincidente, lo único que tienen en común es tratar de “pescar” votos en partidos limítrofes, bien sea el PSC, bien CiU y –sobretodo- frenar las deserciones que tanto unos y otros pueden tener porque les han salido fuerzas más radicales al PP por la derecha y a ERC en el sector independentista.

Por su parte CiU ha planteado una campaña de masas. Bajo el lema “Una Catalunya mejor” ha preparado más de cinco mil actos en todo el territorio y dos de ellos en grandes recintos de Barcelona, el último el día del cierre de campaña, en el Palau Sant Jordi, escenario habitual hasta ahora del último acto de los socialistas. Los responsables de su campaña tienen como gran objetivo mantener la movilización de su electorado. Si Artur Mas asegura que las cosas les van bien y aspiran al máximo, su número dos, Joana Ortega, advierte a sus seguidores que aunque las encuestas les son más que favorables “lo que hacen es marcar tendencias, no os tenéis que confiar”. Y es que los convergentes pelean hasta el último voto, porque creen que es posible alcanzar la mayoría absoluta. En cualquier caso insisten en que gobernarán en solitario.

Por su parte José Montilla presentó su cartel electoral que reza “garantía de progreso”. Confía en la existencia de un voto oculto favorable a su partido que deje en mal lugar a todas las empresas demoscópicas: A Catalunya le conviene una mayoría socialista con ideas claras –aseguró el aún president- Más Catalunya, más Estatut, más justicia, sin aventuras, ni falsos caminos, ni inventos que no llevan a ninguna parte”.

Para lograr el milagro Rodríguez Zapatero le acompañará en tres actos –entre ellos el de cierre de campaña- y otro en el cinturón rojo (Viladecans), lo que no está claro es que esto despierte a sus adormilados votantes del sector “españolista” ni que el respaldo del presidente le beneficie. Su jefe de campaña, hace unos meses, comentó en voz alta que quizás sería contraproducente invitar a Zapatero. Aunque poco después le corrigió el propio Montilla, lo dicho, dicho estaba. Quien sí influye en este grupo de electores son los actos en los que participa en las ciudades de alrededor de Barcelona es Felipe González. Quizás es el único que puede lograr paliar lo que muchos auguran será una severa derrota socialista.

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