Turismo de calidad

21/10/2019

Francisco Javier López Martín.

El turismo ha sido, desde los años 60, una de las locomotoras que han impulsado la economía nacional. Para poder desarrollar económicamente un país atrasado hay que buscar capitales para invertir. El franquismo los encontró, principalmente, de dos maneras. Mandando trabajadores al extranjero para que repatriaran dinero abundante con el que mantener a las familias que habían dejado atrás y aprovechando la única industria disponible y no obsoleta en España, el sol.

Así fue como el turismo, junto a la emigración, aportaron los capitales necesarios para afrontar inversiones en la construcción de viviendas, de instalaciones hoteleras, o infraestructuras de otro tipo. Carreteras, pantanos, vías ferroviarias. En menor medida, para la industrialización de España.

Pero la emigración ya no es lo que era. Quienes se fueron ya han retornado, o se han instalado definitivamente con sus familias en los países de acogida. Volverán tras jubilarse, si la atención a los nietos se lo permite. En cuanto a la industrialización tuvo su ascenso durante esta etapa de desarrollismo, sus procesos de reconversión y declive a partir de los años 80 y la globalización le ha dado la puntilla definitiva, quedando enquistada en valores bajos en comparación con países europeos con los que podríamos compararnos.

Para más inri, la industria es muy dependiente de las decisiones corporativas de las grandes multinacionales que pueden producir, deslocalizar, o instalar, sus factorías en cualquier lugar del planeta. Lo hemos visto recientemente con Coca-Cola. Esas decisiones condicionan el futuro de una ingente cantidad familias y de pequeñas y medianas empresas auxiliares industriales y de servicios.

La construcción, bien. Campeona de Europa. Es un sector tradicional que, a falta de industria textil, minera, metalúrgica, o electrónica, ha encontrado en el suelo, su recalificación, la edificación sobre el mismo, los servicios complementarios de mantenimiento, la base de negocio que permite la acumulación de capital en unas pocas manos. Hoy las antiguas grandes constructoras gestionan además jardinería, recogida de basuras, seguridad privada y hasta servicios sociales.

Ha tenido sus altos y bajos, sus burbujas, crisis, pelotazos sonados y corrupciones ciertas, pero cada vez que se intuye que la crisis pasa y la recuperación vuelve, las grúas del país comienzan a moverse con alegría y los precios de la vivienda vuelven a las andadas. Las grandes compañías constructoras están en numerosos mercados internacionales construyendo túneles, Metros, AVES, rascacielos, o puentes. También están en casi todos los sobornos, espionajes, pagos en B, maletines y comisiones recibidos por los políticos implicados en casos de corrupción en Madrid, Valencia, Cataluña, por toda España.

El turismo, sin embargo, aún con ciertos momentos de incertidumbre, ha bandeado las crisis y ha permanecido como un sector pujante en la economía nacional. Los datos del mes de agosto y los acumulados del año, suelen marcar bien la coyuntura. Y la tendencia es contenida. Nos avisa de que nos encontramos en una encrucijada. Nos incita a hacernos algunas preguntas y a buscar las respuestas correctas.

Nos hemos beneficiado de los problemas de otros, como la inestabilidad de los países mediterráneos del Norte de Africa, pero son elementos que no van a durar eternamente. Nos estamos beneficiando de los vuelos económicos Low Cost, que tampoco pueden perdurar sin afectar gravemente al medio ambiente. Son elementos que pueden jugar  en contra, o a favor, según el sector se adapte o no, de forma ágil, a las nuevas situaciones que cambian aceleradamente. Habrá que ver, por ejemplo, los efectos de la inestabilidad política en Cataluña.

El turismo se mueve y los datos indican que crece el número de turistas, aunque se distribuyen de otra manera a lo largo del año. Es cierto que agosto sigue siendo el mes preferente, pero baja con respecto al año anterior, mientras que un mes como diciembre, o la primavera, crecen de forma importante. Es cierto que vienen menos ingleses, pero nos visitan más irlandeses, portugueses, italianos, o rusos. También vienen más de Estados Unidos, América Latina  y de otras partes del mundo.

Los datos nos indican que Cataluña, Baleares, Andalucía, Canarias, Valencia y Madrid siguen siendo los destinos preferentes a lo largo del año, aunque el gasto por turista es ahora mayor en las Navidades, o en primavera, que en pleno verano. Por eso, cuando comprobamos esos gastos en términos anuales son esas comunidades que más ocupantes y gasto global reciben en verano, las que menos crecen, aunque en términos generales el gasto medio por turista aumenta con carácter general.

Otros temas esenciales a tomar en cuenta son las formas de llegada a nuestro país, muy mayoritariamente por aeropuerto, mucho menos por carretera y muy poco por tren. De igual forma, muy mayoritariamente, se utilizan alojamientos hoteleros, mientras que las viviendas de alquiler, u otro tipo de alojamientos no crecen, debido a los mayores controles que comienzan a aplicarse en las grandes capitales, golpeadas por la gentificación.

En un mundo que se globaliza a marchas forzadas, son muchos los que alertan sobre el hecho de que nuestro futuro turístico depende de la calidad que sepamos ofrecer. No vale todo. No vale ya cualquier cosa. No valen los desembarcos de turistas que masifican, agobian, encarecen precios y bajan, inevitablemente, la calidad de los servicios y de la vida, torpedeando la convivencia ciudadana.

No vale un turismo asentado sobre un trabajo precario, mal pagado y sin inversión alguna en formación. Las camareras de piso son buena muestra del problema. Los pisos turísticos que prestan servicios de cualquier manera, son otra buena muestra de lo que no debe ocurrir. La libertad de mercado no justifica la desregulación, la precariedad, el desorden, la impunidad y la baja calidad de los servicios.

La calidad de esos servicios, la cualificación y buenas condiciones del trabajo, son dos de las condiciones para el futuro del turismo en España. La otra es que el crecimiento del sector turístico no destruya el entorno natural, ni la convivencia ciudadana. Convertir nuestras ciudades en parques temáticos para el ocio y la diversión de los visitantes es negocio fácil, pero las transforma en caricaturas, parodias de lo que fueron, jocosa extravagancia, máquinas de tortura para la ciudadanía, desprecio de la vida de las personas.

Pan para hoy, hambre para mañana. Estamos a tiempo.

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