¿Pintura o fotografía? Impresionismo

25/10/2019

Miguel Ángel Valero. En la exposición queda claro que la fotografía y la pintura impresionista compartieron en la mitad del siglo XIX un nuevo modo de mirar la realidad.

La exposición ‘Los impresionistas y la fotografía’, que está en el Museo Thyssen hasta el 26 de enero de 2020, no busca comparar la pintura y la fotografía, sino comprobar cómo se influyen una y otra, dejando muy claro que los primeros fotógrafos eran pintores. Así, la primera exposición impresionista se celebra en una sala de fotografía. Y el objetivo de los impresionistas es captar el instante, que es precisamente el sueño de cualquier fotógrafo que se precie.

La visita al Thyssen, organizada por Mutua Madrileña, permite ver cómo la fotografía transformó el modo de contemplar el mundo y de representar la realidad de los artistas impresionistas. Al mismo timpo, la fotografía incorpora algunos efectos pictóricos. Y los fotógrafos pictoralistas buscaron deliberadamente fórmulas para hacer sus imágenes más cercanas a la pintura o al dibujo.

Queda claro que la fotografía y la pintura impresionista compartieron en la mitad del siglo XIX un nuevo modo de mirar la realidad.

Esto se hace patente en los retratos de familiares y amigos de Frédéric Bazille y de Marie Bracquemond, cuyos modelos parecen posar ante la cámara al aire libre, como sucede en las fotografías de grupo de Édouard Baldus.

O en la serie de la fachada de la catedral de Ruán pintada por Claude Monet entre 1892 y 1893, que es un ejemplo paradigmático de la nueva mirada fotográfica.

Algunas convenciones del retrato fotográfico fueron adoptadas por Édouard Manet, Edgar Degas y algunos impresionistas, quienes incluso se valieron de fotografías para su ejecución. Así, Paul Cezanne hace en 1885 un Autorretrato según una fotografía.

En Las Hermanas Belleli, de 1865, se puede comprobar la influencia en Edgar Degas del daguerrotipo y de las cartes-de-visite, patentadas por Disdéri en 1854

En la exposición se pueden ver varias fotografías tomadas por Degas en 1895 con su recién adquirida Kodak, en las que capta a sus amigos en atmósferas y composiciones perfectamente estudiadas.

Donde todo esto se comprueba mejor es en Lyda, mujer con binoculares, de Edgar Degas y realizada en 1866. El acto de mirar es el asunto principal de la composición. La retratada mira, y el espectador la contempla a ella y al artista, que concibe las obras teniendo en cuenta a la persona que va a examinarlas. En eso son muy parecidos los pintores y los fotógrafos.

O en el conjunto de fotografías de las obras de Manet tomadas por Anatole-Louis Godet por encargo del propio artista, que en ocasiones colorea ésta con acuarela y gouache, convirtiéndola por tanto en una obra original suya.

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