En España solo hay pragmáticos y así nos va

14/11/2019

Hernando F. Calleja.

Vaya por delante y para que no haya dudas. Si no quiere leer lo que diga un liberal sobre la situación postelectoral, no siga adelante; ahórrese el tiempo y el probable cabreo. Al fin y al cabo, una vez más, constato que la defensa cerrada de la libertad en todas sus extensiones, éticas, ideológicas y prácticas le parece a la mayoría algo inútil. El siempre recordado Joaquín Garrigues Walker advertía que la ventaja de los liberales españoles era que si organizaban un congreso, todos podrían ir en un solo autobús.

Hay un solo partido español que se proponga como liberal. Otra cosa es que la praxis no ha sido de observancia liberal sino solo de atmósfera y no siempre. No quiero decir que si Ciudadanos hubiera sido más ortodoxo hubiera obtenido mejores resultados, qué va. Quizás lo que ha ocurrido es que, por unas razones u otras, lo de ahora esté más próximo a la dimensión real del liberalismo en España que los resultados de la anteriores elecciones, en las que otros factores llevaron a Ciudadanos a unos resultados excelentes, pero anómalos. ¿Conformismo? No lo veo así. Una oportunidad para la reflexión.

La política quiere a agarrarse a la idea aristotélica de que la virtud consiste en tener hábitos prácticos, y a eso se dedican los partidos políticos, a inculcar en la sociedad solo la praxis, reservándose para sí la administración de la ideología. Creo, sin embargo, que la indigencia de la política española de hoy se debe al desdén por la idea platónica de que los sentimientos justos y los juicios razonables son imprescindibles para constituir la virtud y que eso es lo que hay que transmitir a la sociedad, antes que actuar. En España sólo hay pragmáticos y así nos va.

Si atendemos a los discursos pre y post electorales de todos los partidos, vemos, yo, particularmente, con desolación, que las ideas se quedan en el perchero de las sedes de los partidos. No hay más que pronunciamientos sobre lo que hay que hacer, sin más reflexión, sin más juicio. Se trata de respuestas automáticas e irracionales y de hipócritas recomendaciones a los demás.

Uno de los errores más visibles de los liberales es dar por hecho que los ideales de libertad están tan plenamente instalados en la sociedad, que no necesitan vigilancia, cuidado y estudio. No es verdad. Cada día hay personas y grupos que trabajan contra la libertad, incluso en democracias muy antiguas y sólidas. Voy a poner un ejemplo.

Rige en España, con rango constitucional, el derecho fundamental a la propiedad privada. El caso más notorio de que ese derecho se conculca sistemáticamente es la ocupación de viviendas, cifrado, entre unas fuentes y otras, en unas cien mil viviendas. Hay partidos políticos que se dicen constitucionalistas y que aseguran que respetan las leyes, que ven con comprensión estos robos de uso. Nadie, o muy pocos, se toman la molestia en defender los principios éticos del sistema de propiedad privada, que son los que permiten superar la praxis materialista. Sin embargo, son los partidarios del materialismo los que apelan a sentimientos como la solidaridad para justificar la conculcación de un derecho.

Esta situación se repite en ámbitos como la libertad de expresión, la libertad de reunión y manifestación, la libre circulación de las personas y las mercaderías… quienes violentan estas libertades y quienes permiten que se violenten son siempre gentes o grupos comprensivos, que exhiben sentimientos solidarios que, naturalmente corren por cuenta de otros.

Desde el principio vengo reconociendo que los liberales sin apellidos postizos somos pocos y eso se debe a que no tratamos de imponer nada y, a veces, ni siquiera de seducir con nuestras ideas. A fin de cuentas, no aspiramos al poder, sino a que nuestros poderes no sean usurpados o administrados por otros. Debería ser suficiente con nuestro ejemplo, honeste vivere, alterum non laedere, suum quique tribuere, del viejo y actualísimo Ulpiano.

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