El desbloqueo progresista

14/11/2019

Luis Díez.

Los resultados electorales del 10 de noviembre han demostrado que las mismas causas suelen producir los mismos efectos y que todo es susceptible de ir a peor. Los dirigentes de las fuerzas progresistas, por fin lo han entendido y se han apresurado a pactar. Pedro Sánchez, el hombre que no podía dormir tranquilo con ministros de Podemos, ha despertado del sueño de su noche de verano y Pablo Iglesias ha despabilado de su ensoñación en vuelo hacia la isla de Utopía y se ha abrazado a su otrora contendiente. Ya lo dice el refrán: a la fuerza ahorcan.

Muchos se han sorprendido de que después de seis meses de tira y afloja, con las consecuencias ya conocidas por los paganos (140 millones de euros más en gasto electoral), Sánchez e Iglesias hayan llegado a un acuerdo veinticuatro horas después de conocer los resultados. La sorpresa es lógica; ambos líderes son sorprendentes. Un decálogo de buenas intenciones y un reparto proporcional de ministros en el futuro Gobierno, en el que Unidos Podemos tendrá tres ministros y Pablo Iglesias ostentará la vicepresidencia, han sido suficientes para desbloquear la gobernabilidad.

Sin necesidad de indagar sobre los mensajes, llamadas y conversaciones discretas entre el dirigente del PSOE y el de Podemos (oficio de curiosos), el mandato de las urnas ha sido inapelable. La ultraderecha y las derechas nacionales no suman. La posibilidad de repetir la adición que les permite gobernar en Andalucía, Madrid, Murcia y Castilla y León se desvaneció la noche del 10-N. La debacle del impracticable y oportunista Rivera ha sido formidable. Y el PSOE y Podemos, más el desgajado Errejón, han aventajado a los hijos políticos de Aznar y Aguirre en más de millón de votos.

Podrán gritar, vociferar, insultar. Es lo que mejor saben hacer. Pero los denuestos, bulos, mentiras y simplificaciones (fórmulas históricamente empleadas por fascismos y populismos reaccionarios) no podrán torcer el veredicto de las urnas. Las derechas tardarán en digerir el resultado. Poco se puede esperar de ellas cuando ni el líder del PP Pablo Casado ha tenido la cortesía de felicitar a Sánchez. Y nada, absolutamente nada, de la ultraderecha xenófoba, machista y crecida sobre el sustrato del odio y alimentada con el nitrato de unos planteamientos retardatarios e  inconstitucionales.

Toca pues gobernar para todos: para los que crean riqueza y bienestar social (trabajadores y empresarios), para los jóvenes y los mayores, para las mujeres, para el avance de la educación, la sanidad, la vivienda, los salarios y las pensiones de los jubilados y de quienes no pueden valerse por sí mismos. También para garantiza la seguridad y la libertad, un binomio inseparable. Toca también adoptar las decisiones políticas necesarias para restablecer la convivencia en Cataluña, alterada por más de tres lustros de confrontación y litigios entre las derechas nacionales y nacionalistas. Y toca ser leales y cerrar filas ante las trampas y acechazas.

Sobre la aritmética parlamentaria ya es sabido que el PSOE, con 120 diputados, y Podemos, con 35, suman 155 votos. A Pedro Sánchez le faltan, por tanto, 21 papeletas para poder ser investido presidente del Gobierno por mayoría absoluta en la primera votación. Sólo si los 13 diputados de ERC votasen a favor, lo que es harto improbable, y los 6 del PNV, 3 de Errejón, 1 del PRC y 1 del  BNG sumasen sus votos favorables, lo que es perfectamente posible, Sánchez superaría la mayoría absoluta. Como eso no va a ocurrir, deberá conseguir que los 23 nacionalistas catalanes se abstengan para ser elegido residente en la segunda votación.

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