El último alcista (es decir, yo) acaba de claudicar. Enter todos lo mataron y él solito se murió, pero han saltado ya todos los soportes posibles y el mercado no ha reaccionado. Ni siquiera tras el intento alcista de ayer en Wall Street. Y lo que es peor, cada vez que alguien habla el mercado se ensaña con más fuerza.

Si no me creen, busquen un gráfico intradiario de la sesión de hoy y sigan a los índices durante la comparecencia de Trichet. Una sabe que el jefe del BCE tiene que mantener la calma, pero una intervención tan absolutamente desprovista de solución alguna es desesperante. Señor Trichet, decir a estas alturas que usted puede proveer mayor liquidez a los bancos centrales es tan de perogrullo como decir que en verano hace calor. No me extraña que los mercados se hayan echado las manos a la cabeza.

Lo peor es que incluso en ese momento había un margen para la esperanza, con la prima de riesgo española bastante controlada y una subasta de deuda razonable dentro de las circunstancias. Las cosas no iban a peor pero fue aparecer Trichet y mandarnos al carajo. En serio se lo digo a todos: si no saben que decir, por favor, no digan nada pero no digan tonterías y menos el jefe de la cosa monetaria del euro.

En fin, muchas veces les he dicho aquello del cartel de las puertas del infierno. Hoy se ha podido leer con claridad. Pone «abandonad toda esperanza» y yo me apresuro a seguir el consejo. Con tranquilidad y sin histerias, desharé las posiciones largas que aún me quedan y esperaré tranquilamente una ocasión propicia para empezar con la operativa corta, al menos hasta que Bernanke ponga en marcha la QE3.

Lo que me ha convencido ha sido el perfil de la sesión más que la caída. Un mercado que comienza ganando un 1% no puede irse al rojo como lo ha hecho hoy. Y no es la primera vez que pasa. Al cierre, el Dax perdió un 3,40%, el FTSE un 3,43%, el CAC un 3,90% y el Ibex un 3,69%. Cualquiera de estas pérdidas son poderosísimas razones para echarse a temblar. Todas juntas presentan un perfil de aquelarre.