La dama de Olmedo: devuélveme el poder

10/12/2019

Hernando F. Calleja.

No se me alarmen, ni voy a escribir un drama histórico en verso ni aspiro a unos juegos florales de la ciudad castellana. La dama de Olmedo tiene nombre, Miriam González Durántez y Devuélveme el poder es el título de un libro suyo muy señalado, al que me voy a referir.

González Durántez es un ejemplo de mujer cosmopolita, que ha llevado (y lleva, es muy joven) a los confines de las instituciones internacionales y de las empresas un equipaje ligero y complejo, la bandera de la libertad, que ondea gracias al soplo intenso del liberalismo. Suele tenerse a los meseteños por gente recia en su conservadurismo. No sé si González Durántez es la excepción o una excepción. Para los efectos es igual. Es una activista intelectual del liberalismo.

El título de su libro es un manifiesto al antiguo estilo de los panfletos, corto, conciso y contundente. Y se dirige a una tercera persona de singular que en realidad representa todo aquello que se opone a la individualidad, a la integridad de la persona, a la libertad del ser humano, a la inalienable capacidad de decidir por uno mismo. Y lo hace en términos perentorios, no como una instancia o una súplica. Es exigencia pura y dura.

Por el libro discurren no sólo pensamientos racionalmente elaborados, teorías asimiladas de los clásicos liberales, que las hay, también ideas muy propias y espontáneas y relatos de peripecias y experiencias personales que jalonan las razones por las que la autora reclama que se le devuelva el poder que, consciente e inconscientemente, todos delegamos en los representantes civiles y que éstos, con avaricia y descaro utilizan, las muchas veces, contra nosotros mismos.

Alguien podía pensar que, pasando parte de su vida fuera de España por razones personales y profesionales, su publicación es un ejemplo de diletantismo. Se equivoca. Hay conocimiento, hay organización y hay compromiso, hay cercanía. Y, por mi cuenta, añadiría que oportunidad, porque la hora de España obliga a replantearse muchas cosas que estábamos dando por normales, cuando no lo son en absoluto.

El panorama político español de estos días es un esperpento valleinclanesco triturado en un pasapuré. Se invocan derechos inexistentes, se inventan atribuciones imposibles, se consagran principios falaces… Para algunos de ellos hay una valiente respuesta liberal: “Hay pocas democracias consolidadas donde los ciudadanos les hayan cedido a los políticos tanto poder como en la nuestra”. En su excurso ofrece clamorosos ejemplos de ello en capítulos dedicados a la burocracia, la contratación pública, la corrupción, el sistema electoral, los salarios, el talento, la igualdad ante la ley, el Poder Judicial, el nacionalismo, la libertad de prensa…

Un catálogo extenso y pasional de las principales constricciones que aquejan el sistema español y que le impiden navegar a una velocidad de crucero igual a la de las democracias más avanzadas.

Señala la autora que desde 2009, los políticos han producido unas 960.000 páginas de normas regulatorias cada año. Añado yo, si en cada una e ellas hay un milímetro de lesión a las libertades del ciudadano, imaginen de qué tamaño es el boquete a nuestra libertad de decidir. Lean, lean.

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