Otra ley de investidura es posible

12/12/2019

Luis Díez.

Toda España se halla pendiente de la decisión que adopte Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) sobre la investidura de Pedro Sánchez. Si se abstiene, la facilita. Si vota en contra fuerza nuevas elecciones, las terceras en menos de un año, como en Israel. Nunca un partido con apenas 15.000 militantes, un presidente (Oriol Junqueras) en la cárcel y una secretaria general (Marta Rovira) en el extranjero, fugada de la justicia, había sido tan determinante para la gobernación del Reino de España. Nunca ERC, con 13 diputados en el Congreso, había tenido tanta propaganda y proyección en los medios de comunicación social. Y tampoco nunca habíamos estado tan pendientes de lo que sus delegados en el cónclave que van a celebrar el 21 de diciembre puedan decidir. Por coincidir esa fecha con 140º aniversario de la invención de la bombilla, sólo podemos pedir que Edison los ilumine.

Ya es sabido que el rey Felipe VI encargó a Sánchez formar gobierno y que éste aceptó el encargo y dijo que lo intentará. Su acuerdo con Pablo Iglesias le permite formar un gobierno de coalición inequívocamente progresista, según ha dicho. La clase trabajadora y laboral así lo desea. Sin pedir peras al olmo espera el necesario equilibrio de trato al trabajo y al capital. Los ajustes presupuestarios no pueden seguir recayendo sobre las rentas más bajas, como hasta ahora. Los pobres no dan más de sí. Los especuladores (y ladrones) han de pagar. Las castas extractivas han de contribuir. Los privilegios han de tener tasa.

Es lógico que los planteamientos sociales de un gobierno progresista sean rechazados de plano por una derecha como la española, pues jamás entendió ni asumió la función social de la riqueza y siempre propendió a apoderarse del sector público económicamente rentable y a descapitalizar los servicios básicos del Estado social. De ahí la negativa dirigente del PP, Pablo Casado, a facilitar con su abstención la investidura de Sánchez. Y de ahí también la última ocurrencia de la jefa en funciones de Ciudadanos, Inés Arrimadas, de un pacto contra natura entre su partido en descomposión, el PP y el PSOE.

Sánchez mantiene ahora los apoyos que despreció en septiembre, cuando prefirió convocar nuevas elecciones a gobernar en coalición con Podemos por aquello de dormir tranquilo, pero de nada le vale sin la abstención de ERC. Hasta los dirigentes sindicales han ido a la cárcel a hablar con Junqueras para que facilite la formación del gobierno. Y la impresión es que el de ERC se muestra proclive, aunque su clientela independentista amenaza con crucificarle. Ese es el nudo gordiano.

Sánchez y sus peones del PSOE y el PSC van a apurar el diálogo con la derecha catalana independentista, la antigua Convergencia de Torra, Puigdemont, Mas y demás prebostes que colocaron a Rajoy entre la factura y la fractura cuando el de Pontevedra tenía mayoría absoluta y, entre todos, empujaron la situación hasta un punto de difícil retorno. Pero visto el esquema mental de Torra y sus superiores políticos, ninguna contorsión puede esperar Sánchez, de cuyas dotes taumatúrgicas nadie duda.

Pedía perdón el presidente de la Mesa de edad del Congreso, el valleinclanesco Zamarreño, por no haber sabido dotar de un gobierno a los españoles en la pasada (y efímera) legislatura. Sus palabras, en la sesión constitutiva del Parlamento, el 3 de diciembre, aún resuenan en nuestros oídos. Ahora, en unas circunstancias similares a las de hace unos meses, hemos de contestar que en vez de pedir perdón legislen, que para eso están y cobran una pasta.

Y puesto que Sánchez puede seguir en funciones hasta que Batet convoque el pleno de investidura (sin fecha todavía), convendría que reformaran ya la ley orgánica sobre la elección parlamentaria del jefe del Ejecutivo. El adverbio de tiempo quiere decir cuanto antes, en este caso, antes de las próximas elecciones. O sea, ya.

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