De la investidura a la realidad

08/01/2020

Luis Díez.

Con aplausos, abrazos y lágrimas de emoción celebraron los socialistas y sus aliados de izquierda y derecha (PNV) la investidura por solo dos votos de diferencia (167 frente a 165 y 18 abstenciones de ERC y EH-Bildu) de Pedro Sánchez Pérez-Castejón como presidente del Gobierno para los próximos cuatro años. Quedaron así conjuradas las ausencias y los riesgos de “tamayazo”. Las presiones de la derecha y la ultraderecha fueron tan reales que más allá de los infructuosos intentos de Inés Arrimadas (presidenta provisional de C’s) de sublevar a algunos baroncitos del PSOE, el diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, denunció pintadas contra él y su formación de electores y hasta 8.800 correos electrónicos amenazantes. Le pusieron escolta policial. Las presiones fueron tamañitas (e inconfesables) sobre sus señorías de Coalición Canaria, Ana María Oramas, quien desobedeció la decisión de su partido y votó contra Sánchez y sobre el regionalista cántabro José María Mazón, cuyo voto contrario quiebra la estabilidad del gobierno autonómico que preside Revilla. Ellos sabrán las máculas y corruptelas en las que andan o anduvieron metidos. De momento, con invocar la unidad de España ya les vale.

En medio de la euforia y los aplausos al ritmo coral de “sí se puede” resultó significativo que el presidente del PP y líder de la oposición, Pablo Casado, fuera el primero en desplazarse al escaño de Sánchez para felicitarle. Un saludo rápido, un choque de manos que el recién investido apenas apreció. Flores para la diputada que enferma de cáncer acudió a votar. Lágrimas de emoción de Pablo Iglesias, el Play de la Unión de Juventurdes Comunistas que 84 años ha llevado a los nietos de aquel PCE al Gobierno de España. Y lágrimas también en los ojos del secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, verdadero muñidor del acuerdo decisivo para lograr la abstención de ERC y lo que es más importante, introducir una cuña en el bloque independentista catalán y reconducir la situación hacia el terreno del diálogo, el pacto y la concordia en Cataluña.

Apenas dos horas después de la investidura, Sánchez comunicó a su responsable de prensa que retrasa la formación del gobierno a la próxima semana. Los retos que tiene por delante requieren temple y tiento. Parece indudable que Ábalos será el hombre fuerte del Ejecutivo, posiblemente, el vicepresidente primero (político), del que dependerán las áreas más sensibles, también llamadas de estado (Exteriores, Defensa, Interior, Política Territorial), así como el diálogo y la negociación con las demás fuerzas políticas. Pablo Iglesias ejercerá como vicepresidente segundo (social), del que dependerán los ministerios de Trabajo, Igualdad, Universidad y Consumo. Y no se esperan cambios de las titulares de Hacienda y de Economía. Los gestos de despedida de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, daban a entender que no seguirá en ese cargo. Lo deseable es que Sánchez acierte con los ministros complementarios. Y que las medidas que adopte el nuevo gabinete ayuden a mejorar la vida de la gente, comenzando por la más necesitada de ayuda.

La derecha política y económica pide moderación al nuevo Ejecutivo como si algunos de sus exponentes la hubieran practicado o como si no supieran que el margen de maniobra es muy escaso. Ya se ha visto que el PP y lo que resta de C’s no van a facilitar avance ni medida alguna. Hasta los obispos han pedido que recemos por España, algo que no hicieron ni cuando el referendo catalán (ilegal y tramposo) amenazaba su integridad. Y la patronal apura las últimas ventajas de la reforma laboral, injusta y desequilibrada, para colar expedientes de regulación de empleo a destajo. ¿Es eso moderación? Los socialistas confían en el PNV como factor de equilibrio. Los de Podemos, también. Todos saben además que la agitación bélica de Tramp contra Irán, con la consiguiente carestía del combustible, no augura nada bueno. Pero en fin, con esos bueyes hay que arar.

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