Vencer sin convencer

09/01/2020

José María Triper.

Habemus gobierno. Un gobierno que, guste o no guste, es légítimo y legal y al que habrá que empezar a juzgar por lo que hacen y no por lo que son, en contra de la predicción y, posiblemente, le gustaría al vicepresidente in pectore, un Pablo Iglesias que si en algo es maestro es en el manejo de la información. Y será con esos hechos con los que este ejecutivo de coalición tendrá que despejar las muchas dudas que han dejado tanto su acuerdo programático como el discurso de investidura del jefe del Ejecutivo.

Una alocución la de Pedro Sánchez, de 157 páginas, plena de promesas vagas pero sin decir cómo y de qué manera se piensa pagar y ejecutar, salvo en la la mención a la anunciada subida de impuestos que, confirmó, aumentará la recaudación en solo 5.000 millones de euros cuando las medidas enunciadas en ese nuevo acuerdo para España firmado con Pablo Iglesias suponen un aumento de gasto de 35.000 millones.

Un discurso este del candidato a Presidente en el que eran más elocuentes sus olvidos que sus compromisos, salvo en el caso de sus recados a los nacionalistas catalanes, insistiendo en llamar “contencioso político” al conflicto catalán y asegurando que renuncia a la vía judicial. Cómo tampoco habló en ningún momento de sus concesiones a Esquerra Republicana o de si es cierta esa mesa de igual a igual entre gobiernos o ese referéndum sólo en Cataluña, aunque tampoco era necesario que lo confirmara.

Y especialmente grave fue su deliberada omisión de la grave desaceleración de nuestra economía, de la fuerte ralentización en la creación de empleo, del alarmante crecimiento del déficit y la deuda y del deterioro de nuestra competitividad exterior, emulando legado del zapaterismo que, también forma parte de esa historia del PSOE, a la que hizo referencia en el inicio, aunque también aquí se olvido de esta página y de otras oscuras pasadas y recientes.

Y tampoco convenció Sánchez cuando hablaba de regeneración democrática y de reparación histórica. Porque no pidió perdón por el caso de los ERE en Andalucía por el que el PSOE ha sido sentenciado con la mayor condena por corrupción de la historia democrática de España, al tiempo que apoya su investidura con partidos como Podemos, PNV o ERC que están investigados o condenados por corrupción y por malversación. Eso sí, volvió a acordarse del franquismo para prometer actuaciones de reparación a las víctimas de la guerra civil, que bienvenidas sean si son para todas y no para una parte, pero se olvidó en cambio de hablar de las víctimas del terrorismo. Algo que desde la oposición pero también desde algún diputado de la bancada socialista se interpreta como un “tributo a Bildu” para asegurarse su abstención.

Muchas omisiones y muy preocupantes. Tanto como los anuncios que hizo sobre la comunicación y la justicia, dejando en el aire, sobre esta última, una velada propuesta de cambio en la designación de los órganos judiciales que a muchos les sonaba como un aumento de control y politización del poder judicial, para “matar por segunda vez a Montesquieu”.

Sí prometió el candidato Sánchez “impulsar una estrategia de lucha contra la desinformación”. Una propuesta que algunos parlamentarios populares y de Ciudadanos interpretaban como una “amenaza a la libertad de prensa y a los medios de comunicación”, mientras que algunos compañeros de los medios más veteranos recordábamos con inquietud la Ley de Prensa de Fraga en el franquismo.

Por eso y, puestos a rememorar citas históricas, nada mejor para definir esta investidura de Sánchez que ese “venceréis pero no convenceréis” con que Miguel de Unamuno respondió al general de la legión Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Eso sí, con el más sincero deseo y la esperanza de que a partir de ahora sus obras, que dicen son amores, empiecen a despejar las serias dudas que han dejado sus razones. Porque eso será bueno para ellos, sí; pero sobre todo para España.

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