Pedro, ese divo español  

15/01/2020

Carmela Díaz.

Su desapego a la verdad y falta de principios le restan credibilidad. Su ambición indisimulada suscita poca fiabilidad. Ese narcisismo innato provoca falta de empatía. Sus alianzas con extremistas generan temor. Se ha servido de España para conquistar sus anhelos personales. No le han importado las formas ni las maneras ni los aliados.  El vodevil de la investidura tornará a bagatela cuando llegue la hora de afrontar la gran batalla de la gobernabilidad: los presupuestos generales. ¿Quién será el socio de Sánchez que los desapruebe?

Hasta entonces el resultado de sus ya colmadas aspiraciones es un ejecutivo repleto de fisuras que tendrá que dedicarse a solventar cuitas internas y a espolear a sus gallos, los de cada corralillo partidista. Presidir para alcanzar el bienestar común, trabajar para ofrecer soluciones o proponer alternativas a los problemas reales, quedará relegado. Este flamante -y extenso- gobierno se estrena repartiendo ministerios y vicepresidencias al ritmo de los boletos de una tómbola: cargos públicos que se pagarán con nuestros impuestos, endureciendo la ya asfixiante presión fiscal.

¿Estamos ante el gobierno más caro de la historia de la democracia? Posiblemente, pero eso es un asunto menor cuando el fin se ha cumplido: colmar las aspiraciones de un divo. Aunque para ello hayan sido capitales las alianzas con totalitarios, antisistema y filoetarras; y con comunistas caviar, esos que en privado disfrutan de las ventajas del capitalismo mientras que ante las cámaras ensalzan el sistema cubano; o con siglas advenedizas -capitaneadas por jetas- que con apenas un puñado de votos han mantenido en jaque al país y que, siendo intrascendentes para el conjunto, fueron decisivas para el porvenir en ciernes. Y con los que izan la bandera del progresismo con una mano mientras con la otra exigen carteras ministeriales para sus parejas. Carteras sin valor real, aunque jugosamente mediáticas: los ministerios podemitas no aportarán ninguna solución relevante a la sociedad, pero conseguirán votos a base de un populismo machacón en prime time.

Lo que resulta desconcertante es la pasividad popular ante semejante panorama; la tolerancia de nuestra sociedad ante un nepotismo descarado. Pero lo más inquietante es el silencio de diputados y barones socialistas. Han antepuesto los delirios de Sánchez al deber y al sentido de Estado. Cuesta reconocer a un PSOE humillado y ninguneado; unas siglas históricas pisoteadas y una formación -antaño respetable- a la deriva, cuyo ideario contemporáneo parece centrarse únicamente en su mirada recurrente a un pasado superado y un ataque feroz a las derechas.

Entretanto VOX sigue atrayendo simpatizantes. Futuribles votos que no provienen de unos tarados ultras, sino de ciudadanos procedentes de todos los espectros ideológicos, hartos de que los partidos tradicionales sean incapaces de reconocer sus propios errores, asumirlos y enmendarlos. Hastiados de que el discurso político se centre en ideologías estériles, proclamas huecas, pensamientos únicos y exigencias esperpénticas de minorías, en vez de afrontar los asuntos y problemas que de verdad importan a los españoles.

                                                   Carmela Díaz

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