El nirvana del poder

15/01/2020

Hernando F. Calleja.

Alguien con poder me dice, sin atisbo de ironía y con un salpimentado de cinismo, que el poder se resume en dos palabras. y No. La administración cabal del poder del que uno dispone, consiste, fundamentalmente, en encontrar a quién se va a encomendar que diga no, para reservarse el sí para uno mismo.

La persona encargada del no aparecerá ante los demás como un indeseable y se le tildará de usurpador de la voluntad del poderoso. Merece la crítica y el repudio general porque quienes reciben su negativa no dan crédito a que su No lo haya decidido y ordenado el poder. A mí, Fulano o Zutana (si dijera Fulana y Zutano no sería lo mismo, por efecto del machismo léxico) nunca me diría que no. Nunca me negaría nada, con lo que yo he hecho por él (o por ella).

El poder cree a ciegas en la taumaturgia del Sí. Y, con frecuencia, sin acogerse a la mínima prudencia. Repartir síes es muy gratificante, ya sea en forma de llave de una vivienda de promoción pública, en forma de una licencia monopolística para cualquier actividad, en forma de tren a ninguna parte o en forma de una fiscalía general del Estado. La magia del sí satisface a todos. El sí recibido emboba, emborracha, ata y… mata lentamente. Killing me softly with his song que imploraba Roberta Flack allá por nuestros inquietos años.

Siendo así como me dices, amigo poderoso, ¿qué condiciones debe reunir alguien que se autoimponga el No frente al que te ofrece el poder? Heroicas, chaval, heroicas. No aceptar lo que el poder te ofrece requiere templanza, prudencia, autoestima y un punto de orgullo. El poder no admite el no. Lo tomará como una altanería, un desprecio. E inmediatamente te destinará al grupo de los que solo recibirán noes a partir de entonces. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Con lo que yo estaba dispuesto a darle (a ella o a él).

Ya me has explicado, amigo poderoso, la estrategia para administrar el poder y algunas de las consecuencias. Ahora te pregunto, ¿cómo se disfruta con el poder? Acaso prodigando el sí (y ganando apoyos y adulación) o prodigando el no (y perdiendo afectos y seguidores). El poder es el nirvana. Y su esencia última es perdurar. Su gozo es más intenso cuanto más se ejerce y, tengo para mí, que se disfruta igual dando síes que ordenando noes. Por eso tiende a gratificar con la misma intensidad que a negar. Unos hablarán de magnanimidad y otros hablarán de tiranía, chismorreos que no alcanzan el Olimpo.

Concluyo, preguntón impertinente. A mí, como poderoso, lo único que se me escapa es la ontológica cortedad del presupuesto. Por ahí lo voy a perder.

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