El tobogán de Casado

12/02/2020

Luis Díez.

La primera sesión de control al Gobierno en la nueva legislatura comenzó con una escueta pregunta del líder de la oposición, Pablo Casado, al jefe del Gobierno, Pedro Sánchez: “¿Va a respetar el Estado de Derecho?” “Por supuesto que sí, lo he hecho siempre y lo haré siempre”, contestó Sánchez. Y a continuación Casado se lanzó por el tobogán de lo que considera faltas de respeto al artículo 9 de la Carta Magna como el nombramiento de la exdiputada y exministra Dolores Delgado como fiscal general, la reunión con “el presidente inhabilitado” de la Generalitat, Joaquín Torra y, cómo no, el encuentro del ministro de Fomento José Luis Ábalos con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto Adolfo Suárez. Este asunto dio mucho de sí y permitió a la portavoz del PP y a varias señorías del equipo de Casado tildar no una sino 12 veces de “mentiroso” a Ábalos mientras toda la bancada conservadora coreaba “dimisión, dimisión”.

Al final del tobogán, Sánchez dijo a Casado: “Eche la vista atrás y mire lo que han conseguido en siete años de confrontación con Cataluña; no ha ganado nadie, hemos perdido todos”. Y le tendió la mano. “Le invito a que se sume al diálogo sobre Cataluña, sobre el Pacto de Toledo (para la sostenibilidad del sistema público de pensiones), sobre la financiación autonómica… No sea el eco de la ultraderecha. Le tiendo la mano para el diálogo en esta legislatura”. Como el niño bueno que ayuda al compañero a incorporarse tras la culada al caer del tobogán, Sánchez recomendó a Casado que no secunde el juego peligroso de unos patriotas tan falsos como los visados de la señora Monasterio (la jefa de Vox en Madrid que con su marido Espinosa de los Monteros vendía apartamentos en naves industriales con visados falsos de habitabilidad).

Esto no se lo dijo Sánchez al sonriente Casado, sino en respuesta al jefe ultra Abascal, muy interesado por el “caso Ábalos”, al que también reprochó que estigmatice a los inmigrantes, hurgue en la política boliviana y se haya financiado con dinero de la oposición iraní. Por cierto que sobre el estigma a los inmigrantes brindó la diputada voxida Reyes Romero cuando les acusó de violadores y ladrones. “El 70% de los atracos que se registran en Madrid son cometidos por ‘menas’ (menores no acompañados)”, dijo con un aplomo espeluznante. El ministro Marlaska se esforzó en aportar datos desmintiendo las barbaridades que esa Romero llevaba escritas. Tanto éste como Ábalos se esmeraron en demostrar que la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez “no entró en el espacio Schengen” y el número tres del PSOE, que recibió el apoyo expreso de Sánchez a sus gestiones,  deploró que el PP haya hecho el ridículo en el Parlamento Europeo sobre esta materia.

En su estreno como vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, encajó con deportividad la ristra de descalificaciones e ironías que le lanzó el murciano Teodoro García Egea. “Han inventado ustedes el comunismo de élite”, le reprochó el número dos de Casado. “Le agradezco el tono”, replicó Iglesias antes de explicarle sus cometidos en el Ejecutivo, que son sociales, contra el desequilibrio, la desigualdad y en pro del desarrollo sostenible. Por si no quedaba claro, le leyó un párrafo del informe del relator de Naciones Unidas sobre la pobreza en España que concluye afirmando que “la pobreza ha sido una opción política” en nuestro país. Algo que no debe volver a ocurrir.

 

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