América Latina duplicará su gasto en pensiones en tres décadas

13/02/2020

Luis M. del Amo. La caída de la fertilidad y el aumento de la esperanza de vida obligan a reformar los sistemas de pensiones, según el Banco de España.

Gráfico: Banco de España (con datos ONU).

La incorporación de la mujer al mundo del trabajo, que hace caer la tasa de fertilidad, y el envejecimiento de la población, obligará a América Latina a duplicar su gasto en pensiones sobre el PIB en los próximos 30 años. La región envejece a un ritmo mayor que Europa. Y las reformas de los sistemas de pensiones, como la de Chile, no han dado los resultados esperados, según un informe del Banco de España, que repasa las previsiones demográficas y del gasto en pensiones de la región.

El informe, titulado El agotamiento del dividendo demográfico en América Latina, y elaborado por la Dirección General de Economía y Estadística del supervisor, destaca los efectos esperados del proceso de envejecimiento de una población que hasta hace poco se concentraba en segmentos muy jóvenes. Un proceso que obligará a la región a duplicar de largo su proporción de gasto respecto al PIB en las próximas tres décadas.

El envejecimiento pilla a América Latina con un sistema de trabajo todavía muy basado en la informalidad, destaca el documento. Trabajo ‘en negro’ que, sin cotizar al equivalente a la española Seguridad Social, obliga a los Gobiernos – y más en el futuro – a complementar el gasto en pensiones con financiación adicional a fin de evitar tasas de miseria en la vejez escandalosas.

En pensiones, el salto dado en las últimas décadas en la región es impresionante. En 2017, el 76% de las personas mayores de 65 años tenían acceso a una pensión; 25 puntos más que en 2000. Sin embargo, a pesar de ese avance, la tasa de beneficiarios de prestación se sitúa aún 20 puntos por debajo de la media de los países de la OCDE, los más avanzados, donde esta tasa alcanza al 95% de la población mayor de 65, que disfruta de pensión.

El dividendo demográfico se agota

Paralelamente, la demografía se ha transformado intensamente. En 2020 la pirámide de población en la región se parece a la que mostraban hace 30 años las economías más avanzadas. Sin embargo, para 2050, ambos perfiles convergerán. Y mostrarán pirámides poblacionales muy similares, según este informe basado en previsiones demográficas de la ONU.

La estructura de población en los años 50 del pasado siglo en Latinoamérica estaba dominada por los jóvenes, al igual que en África. Hoy, sin embargo, tras seis décadas de incorporación de la mujer al trabajo, gracias al aumento de la esperanza de vida y debido a la salida de emigrantes, el envejecimiento ha avanzado en la región. Y aún lo hará más en el futuro.

Ello obligará a más que duplicar el gasto en pensiones en América Latina, desde el 6% actual en porcentaje del PIB, hasta el 15% en 2050, según estas previsiones. Y eso después de que entre 1995 y 2016 el gasto público en pensiones sobre el PIB se haya duplicado.

La situación ahora es sin embargo es distinta. Mientras que anteriormente ha sido la mayor generosidad del sistema de pensiones lo que ha presionado sobre el gasto, a partir de 2005, es el aumento de la tasa de dependencia lo que explica mayormente estos incrementos.

Baja cotización

Los sistemas de pensiones en Latinoamérica son muy distintos entre ellos. Sin embargo, a pesar de su heterogeneidad, la región comparte algunos desafíos, como la “baja densidad de cotización”, que se deriva de la todavía alta tasa de informalidad en el mundo del trabajo.

En general, según el informe del Banco de España, y para las especiales condiciones del mercado de trabajo latinoamericano, muy marcado por la informalidad, el sistema de reparto ofrece mayores tasas de reemplazo que los de capitalización individual.

Los sistemas de pensiones han sido un campo de batalla ideológico en la región desde 1981 cuando Chile, dirigida por economistas muy influidos por la Escuela de Chicago, reformaron el sistema de pensiones para convertirlo en un sistema de capitalización individual, donde cada trabajador, cuando se jubila, lo que hace es rescatar un fondo a su nombre con lo cotizado en durante toda su vida laboral.

Este sistema de capitalización funciona bien en países con poco paro, baja informalidad, y en segmentos de población media-alta. Pero no en América Latina, donde el trabajo informal tiene todavía mucho peso, insiste el informe.

Los cambios en Chile influyeron de manera decisiva en muchas países de la zona, que se apresuraron a adoptar mecanismos parecidos. Entre ellos, México, en 1997, que adoptó el sistema como componente principal de su sistema, o Perú y Colombia, que, en 1993 y 1994, respectivamente, aplicaron el llamado sistema paralelo, donde este modelo de capitalización representa tan solo un complemento dentro del total de la pensión.

Por el contrario, otros países, como Argentina y Brasil, presentan sistemas públicos de reparto, como el español, donde son los trabajadores en activo los que pagan las pensiones de los jubilados que acreditan una carrera de cotización. En los últimos años, ambos países se han visto obligados a endurecer los requisitos para el cobro de una pensión, incrementando la edad de jubilación, los aportes, o mejorando la contributividad del sistema – según el principio de ‘quien más cotiza, más cobra’ –.

Sin embargo, en la actualidad, parece remitir la influencia del cambio en 1981 en Chile de un sistema de reparto a uno capitalización individual. El propio país andino reformó en 2008 su sistema, incluyendo una base mínima, y recuperando el Estado la administración, financiación y regulación del sistema de pensiones. Además, la reciente presión social parece abocar al sistema chileno a nuevos cambios, como un aumento del 10% al 15% de la aportación empresarial a las pensiones a fin de crear un fondo solidario, concluyen.

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