El diálogo del miedo

19/02/2020

José María Triper.

Se lamentaba Nicolás Redondo Terreros, hoy olvidado y denostado por el sanchismo intransigente, de que la polarización política se haya adueñado del espacio público y que la primera víctima de ello sea la verdad.

“El diálogo puede ser considerado como una práctica virtuosa en determinadas ocasiones, pero su confortable sombra también puede cobijar la cobardía, el miedo, el entreguismo y hasta las más oscuras razones para legitimar a sátrapas y dictadores, como sucede con los defensores de Nicolás Maduro”, afirmaba el que fuera dirigente y referente del socialismo vasco, en su excelente artículo “Verdad y democracia”, para aplicar posteriormente esta contundente reflexión a las relaciones del Gobierno socialpopulista de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes y a esa esperpéntica mesa de diálogo que, dice en consonancia con la opinión de una mayoría de españoles, “oculta el blanqueamiento de los delitos de los cargos públicos independentistas que no respetaron las leyes y fueron desleales con sus juramentos y compromisos”.

Un escrito este de Nicolás Redondo Terreros que es un modelo de sensatez, de análisis de la peligrosa deriva en la que se ha instalado la política española, donde hoy sólo impera el sectarismo, la mentira, el rencor, el personalismo, el egoísmo y la mediocridad, anteponiendo el interés personal a la razón de Estado, ante la pasividad de una sociedad civil anestesiada y de aquellos dirigentes apartados o barones regionales que se limitan a reprochar y quejarse de boquilla, mientras consienten, por activa o por pasiva, el deterioro institucional, la ruptura social y el derrumbe de los principios constitucionales y de la Transición.

Nicolás Redondo no da nombres cuando habla de miedo y cobardía, pero no hace falta. Están en la mente y en el ánimo de todos. Recordar cuando decía Emiliano García-Page que no quería vaselina para Reyes. Pues falta le está haciendo. A él y al resto de los barones del PSOE, que en privado critican y no paran al secretario general mientras que en público solo algunos se pronuncian. Eso sí, tímidamente y sin intenciones de moverse, que es sabido y constatado que Sánchez en lo único que comulga con Alfonso Guerra, a quién detesta como al resto de la «vieja guardia», es en eso de quién se mueva no sale en la foto, y ejemplos hay de que no le ha temblado el pulso a la hora de aplicarlo a rajatabla.

Si, como está anunciado la mesa de diálogo se consuma y en los términos en que se teme, en Moncloa y en Ferraz se preparan ya para el abandono de la militancia de nombres históricos como el citado Alfonso Guerra, Joaquín Leguina, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, José Luis Corcuera, o el ex presidente del Senado Juan José Laborda. Aunque ellos «ya no cuentan para la dirección actual ni para una militancia que vota a ciegas y al dictado». Al menos ellos así lo han anunciado y habrá que esperar que sigan siendo gente de palabra.

Se descarta, sin embargo, una ruptura del partido desde dentro Por mucho que les espante el entreguismo de Sánchez y su dependencia de ERC, que raya en sumisión, ni García-Page, ni Lambán, ni Fernández Vara van a moverse. En este PSOE del sanchismo, la hora de los valientes ni está ni se la espera». «Se fue con Rubalcaba y con Javier Fernández, y entre lo que queda falta la materia prima. Callan como los corderos, pese a la pérdida de crédito político y de votos que van a tener que afrontar en sus comunidades respectivas».

 

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