A Nancy le sorprendía que los hombres se preocuparan tanto por su salud. Ella era estadounidense y había viajado a Sevilla para documentar su tesis sobre el folclore español. En cuanto salía a la calle, los hombres la miraban y comentaban: “Estás buena, estás muy buena”. Las costumbres, dichos y picardías de aquellos aborígenes llamaban su atención y se las contaba por carta a su prima Betsy. Con aquellas misivas compuso Ramón J. Sender la estupenda novela La tesis de Nancy, hilarante espejo casposo, costumbrista y conservador de la atrasada sociedad de mediados del siglo XX. Hoy, por fortuna, J. Sénder sudaría tinta para hallar muchas de las escenas que refleja en su novela, lo cual no quiere decir que el piropo y el requiebro hayan desaparecido y, lo que es peor, que la burricie agresiva, insultante, ofensiva y soez no insistan en expresarse.
Por eso, porque millones de mujeres se han sentido y se siente insultadas y agredidas de palabra en calles, plazas y playas de nuestra geografía cabe saludar el contenido del proyecto de ley impulsado por la ministra de Igualdad, Irene Montero, de Garantía Integral de la Libertad Sexual que viene a poner muchas cosas en su sitio, incluido el molesto y asqueroso acoso verbal, eso que algunos todavía llaman “piropos” y otros denominan “micromachismos”. La ley del “sí es sí” y viceversa, clarifica el panorama toda vez que elimina del Código Penal la distinción entre “abuso” y “agresión” sexual. Si no hay consentimiento o “voluntad expresa” de practicar el acto sexual, la violación es violación y punto. Se acabaron las medias tintas. La agresión sexual (que no abuso) se castiga con penas de 1 a 4 años de prisión, y si ha habido penetración (violación), de 4 a 10 años.
La ley contempla distintos agravantes de las penas por violación, que ahora pueden acarrear hasta 14 años de cárcel. No es que hayan bajado la pena, es que “se trata de evitar que nos maten”, razonan desde el Ministerio de Igualdad, pues la condena máxima por homicidio va de 10 a 15 años. Y por asesinato, de 15 a 25. Hay pues una reordenación punitiva cargada de lógica y razón. Y hay también nuevos delitos como el matrimonio forzado, la mutilación genital, la infección intencionada de enfermedades de transmisión sexual y el citado “acoso ocasional”, que no sólo se refiere a los requiebros sino también a otras acciones en fiestas, conciertos, aglomeraciones y demás.
Así, por ejemplo, si una mujer es agredida verbalmente, el autor incurre en un delito leve, castigado con penas que van desde la localización permanente, el arresto domiciliario y alejamiento de la víctima, hasta la multa y el trabajo en beneficio de la comunidad durante un mes. Se dirá, si no se ha dicho ya, que el piropo forma parte de nuestra cultura, modo de ser y carácter mediterráneo. Y no falta razón a quienes tal argumenten. Sin necesidad de evocar los requiebros del hidalgo manchego a su hermosa Dulcinea, encarnada en Aldonza Lorenzo, nuestra literatura abunda en piropos mucho antes de que a Nancy le llamaran tía buena. Pero también es cierto que si una mujer se siente agredida y acude a la Policía, probablemente no sea un piropo.
Era menester, en todo caso, una regulación punitiva más precisa sobre el acoso, las agresiones y violaciones que sufren las mujeres cada día en una sociedad asquerosamente machista como la que hemos heredado y tan lentamente vamos corrigiendo. Muchos recordarán aquellos tiempos en los que las mujeres no tenían honor y si eran asesinadas por irse con otros y mancillar el honor de los maridos, los criminales no solo no eran castigados, sino admirados incluso. Tal precepto estuvo en vigor en el Código Penal hasta las postrimerías del franquismo. También recordarán que hasta 1977, dos años después de la muerte del dictador, no se despenalizó el adulterio.
Ante el 8 de marzo de este 2020 mucho hemos avanzado gracias a la lucha feminista. La ley del “sí es sí” era un peldaño pendiente que, por cierto, ha encontrado renuencias en la vicepresidenta Carmen Calvo, cuya web gubernamental sigue acaparando la inexistente del Ministerio de Igualdad sin que se sepa por qué. La ley no mudará de la noche a la mañana las tendencias de plomo en conductas de oro, pero ayudará a corregir los comportamientos reprobables y permitirá castigar con mayor rigor y fundamento las acciones criminales.
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