Es imposible obviar el problema del coronavirus. Todos estamos preocupados. Los ciudadanos porque tememos contagiarnos, las empresas porque se está paralizando su actividad o no les llegan los componentes necesarios, los organismos institucionales porque ya reconocen abiertamente que el crecimiento económico se está frenando, los mercados bursátiles porque no paran de registrar números rojos cuantiosos diariamente y hasta la propia OMS porque esta crisis sanitaria afecta cada día a más países y más personas.

Ésta es una crisis sanitaria que nos está llevando a una crisis económica. Lo que nos lleva a pensar que sí, ciertamente, China está a punto de convertirse en la primera potencia económica mundial, sustituyendo a Estados Unidos. Nuestra dependencia de las empresas chinas es incuestionable. Desde las grandes multinacionales, como Apple, a la pyme menos conocida en cualquier región del planeta.

La mayoría de las empresas depende de lo que se fabrica en China. Y en el país asiático es donde ha aparecido el coronavirus. El cierre de ciudades, fábricas, producción, exportación… de todo lo que se crea en China, está provocando el desabastecimiento de muchos productos necesarios para que en el resto del mundo se pueda seguir fabricando.

Y en los medidos de comunicación las noticias entre los muertos, contagiados y pérdidas de PIB y negocio se entremezclan. Mayores con enfermedades crónicas o niños de 4 años. Más de 300.000 millones de dólares puede costar el coronavirus. Salas de cine cerradas que ya han dejado de ingresar 5.000 millones de dólares, mientras sube la fiebre en lo que están contagiados y síntomas hasta hace no mucho típicos de una vulgar gripe ahora nos hacen pensar en lo peor. Y los expertos nos dicen que cuando llegue el buen tiempo todo remitirá… mientras las décimas de fiebre de los afectados suben, y décimas del PIB de todos los países bajan.