Los analistas empiezan a dibujar un escenario peor del previsto para el año próximo a la luz de los últimos datos que se conocen sobre la evolución reciente de las economías de los países avanzados. Efectivamente, la desaceleración alemana del segundo trimestre, aunque Angela Merkel ha descartado por completo una posible recesión futura, y el estancamiento francés, unido al menor crecimiento registrado en Estados Unidos y Japón, dibujan un panorama poco alentador para el resto de los países avanzados que, además, siguen bajo el influjo de los temores sobre el futuro de la deuda soberana.

Aunque los datos desglosados de la evolución del PIB español en el segundo trimestre se conocerán esta semana, todo indica que el pequeño crecimiento registrado, dos décimas, se debe al empuje del sector exterior tanto en su vertiente de exportaciones de bienes como al fuerte crecimiento del turismo registrado en esos meses. Porque la demanda interna sigue muy débil y registrando tasas de variación negativas, aunque en menor medida que hasta ahora.

El problema se centra precisamente en lo que pueda pasar en los próximos trimestres con la marcha de las exportaciones hacia los principales países clientes de los productos españoles, es decir hacia los países de la Unión Europea y el resto de naciones industrializadas. Los países emergentes apenas representan una porción pequeña de las ventas de productos españoles a terceros.

Alemania y Francia son, de lejos, los dos primeros mercados para la industria y los servicios españoles. Y la desaceleración de estos países ya se ha venido dejando sentir en la evolución del comercio exterior de los últimos meses. Las ventas de bienes semi manufacturados y los de consumo duradero se han resentido como un anticipo de lo que iba a mostrarse en las cifras de evolución del PIB de esos países.

La marcha del tercer trimestre en la economía española se desarrolla según lo previsto según los pocos datos de que ya se dispone de estos meses. El turismo está tirando con fuerza y las tensiones de precios se vienen suavizando tanto por el escaso consumo interno como por puros efectos estadísticos de comparación con el año anterior y una cierta relajación en los precios de las materias primas como consecuencia de los temores a un menor crecimiento mundial.

Adicionalmente, si se confirma la caída del régimen libio del coronel Gadafi lo que parece a todas luces ya irreversible, la tendencia a la baja en el precio del petróleo puede acentuarse en el futuro ya que desaparece un foco de inestabilidad y se abre de nuevo la posibilidad de que Libia vuelva a bombear petróleo y gas natural a los países europeos, principales clientes de este mercado tan cercano. De hecho el precio del crudo ha cedido y puede suponer que se sitúe en un nuevo escalón más bajo.

Con una inflación general a la baja y el temor a una posible recaída del crecimiento económico en el conjunto de la zona euro, en el segundo trimestre del ejercicio el PIB solo aumentó dos décimas en los 17 países de la zona, la única buena noticia de la que cabe hablar para la economía española es que se aleja temporalmente una nueva subida de los tipos de interés decidida por el Banco Central Europeo. Antes de las turbulencias de agosto se esperaba que a la vuelta del verano, como tarde en octubre, el BCE procediera a volver a subir los tipos de interés para seguir manteniendo una fuerte política de contención de las tensiones inflacionistas.

Pero en este mes se han dado la vuelta las condiciones. El menor crecimiento de la zona euro,  la contención de la inflación y las perspectivas de que los precios sigan moderándose en el futuro inmediato, alejan el fantasma de una subida al tiempo que permiten pensar que el BCE seguirá manteniendo una política relajada de suministro de liquidez para impedir sustos mayores de los que ya sufren las principales entidades financieras europeas.