En estos momentos de pandemia mundial, la solidaridad cívica pasa por quedarse en casa. No hay mejor medida para evitar contagios y contagiarse. Y aquí no valen excusas, ni que el carácter latino es echarse a la calle en cuanto se tiene un minuto libre. La crisis del coronavirus es seria porque nos va a afectar a todos en mayor o menor medida.

A medida que la situación de crisis sanitaria en China se fue expandiendo al resto del planeta, con Europa como segundo foco y, más en concreto en Italia y, después, España, debemos ser precavidos. Ya no es una noticia que nos toca de lejos. Está aquí y, según nos dice, tardará en irse entre dos y cuatro meses. Esto va en serio.

Y los que se lo están tomando en serio ya están tomando medidas incluso antes de que se lo digan las autoridades. La hostelería madrileña ya había decidido cerrar bares, terrazas y cafeterías antes de que llegara la orden del propio Gobierno madrileño. Y como en Madrid en muchos rincones de la geografía. Se están aplazando clases, foros, competiciones deportivas, bodas… todo lo que significa hacer vida social rodeada de gente.

Pero lo curioso es cómo actúan algunos españoles. Su empresa les autorizada a teletrabajar, en previsión de contagios, y en lugar de quedarse en casa se van a su segunda residencia fuera de donde viven habitualmente. Y encima van con el virus COVID-19 y trasladan el contagio a otra comunidad para ser atendidos en otros centros hospitalarios. Y si no a ir de cañas, hacer botellones y actuar como si fuera festivo. Menos mal que se están empezando a cerrar bares, cines, discotecas…

Desde el personal sanitario han empezando a difundir el hashtag #YoMeQuedoEnCasa. Las redes sociales también pueden ayudar en este objetivo de concienciar a la población que debe quedarse en casa. Que mientras en los laboratorios se busca la vacuna (Pharmamar parece que ha dado con la fórmula clave, pero falta probarlo en pacientes), el mejor medicamento es quedarse en casa.