Una millonada por administrar y controlar

25/03/2020

Hernando F. Calleja.

El plan económico del Gobierno para luchar contra el corona virus y para tratar de paliar sus efectos destructivos en la economía española tiene un importe mareante. A cualquiera que se le dijera que un Gobierno español dispondría de una cifra de esta magnitud, además de lo previsto como techo de gasto para unos hipotéticos presupuestos de 2020, nos llamaría locos.

No es cuestión de poner en solfa la cifra de 200.000 millones públicos y privados, porque es el montante de la disponibilidad y no lo que efectivamente acabe demandando la situación. Por tanto, me parece una pérdida de tiempo juzgar la cantidad disponible, por su amplitud o su estrechez. Las atroces circunstancias que atravesamos y que se prolongarán con una crisis económica muy severa, me recomienda ser prudente en las críticas, cuando no pueden ser bien fundamentadas por la experiencia.

Si nos fiamos de los mercados, el hecho de las dos colocaciones en apenas una semana por 15.000 millones de euros, una en subasta por 5.000 millones y otra sindicada por 10.000 millones (ésta con una demanda tres veces superior) sería razón bastante para confiar en que el plan gubernamental no carece de racionalidad.

Sin embargo sí creo que corresponde a los ciudadanos, a cada ciudadano, hacer algunas advertencias sobre la enorme disponibilidad de recursos en manos del Gobierno, de un gobierno de coalición en el que las dos partes tienen un gatillo fácil para gastar. La primera, por evidente no es menos ociosa. Ese dinero hay que administrarlo con una severidad absoluta. Aquí no hay resquicio para los birlibirloques a los que los gobiernos españoles nos tienen acostumbrados. Hasta el último céntimo hay que destinarlo a lo que corresponde, sin favoritismos, clientelismos y mandangas.

A la advertencia de la obligación cívica y moral de ser eficaces en el gasto, además de escrupulosos, hay que añadir la necesidad de un control milimétrico de los recursos. Y debo de decir que me parece poco razonable que no haya salido del propio Gobierno la iniciativa de crear una comisión ad hoc en el Congreso de los Diputados para hacer un seguimiento exhaustivo de los gastos con motivo de esta emergencia nacional. Aquella oficina presupuestaria del Congreso por la que tanto peleaba el gran Pepe Barea, al margen de la específica Comisión de Presupuestos, ya que el plan económico también es paralelo a los PGE.

Si se afirma que nunca ha habido que administrar por un gobierno español una cifra tan enorme de recursos, me parece razonable pedir que el Gobierno promueva esa comisión específica y, si ello no se produce, parecería justo que, sin las estridencias y pequeñas miserias habituales, la oposición lo demandara razonada y razonablemente.

Otra gran cuestión sigue abierta y, para tranquilidad general  de los ciudadanos y de los mercados, el Gobierno debe despejarla y explicarla convenientemente. ¿Va a hacer el Gobierno un PGE para el presente ejercicio o considera que en este pandemónium en el que estamos se hace más prudente elaborar a conciencia los del año que viene? La respuesta es fácil, si se tiene la respuesta.

PD. Pocas horas antes de redactar este artículo me llegó la tristísima noticia del fallecimiento de José Folgado, para muchos de nosotros, Pepe Folgado. En el paisaje con figuras de la economía española de los últimos cuarenta años, ha sido una de ellas. Tuvo diversas dedicaciones y en todas ellas fue atento, diligente y didáctico conmigo. Uno de esos amigos a los que los periodistas de información económica teníamos como recurso de ciencia, buen juicio y lealtad. Un amigo viejo periodista me dijo una vez, “en tus agendas de contactos escribe con lápiz, porque a los periodistas no suelen durarnos la fuentes ni los amigos y siempre es mejor borrar que tachar”. El nombre de Pepe Folgado, seguirá en mi manoseada agenda.

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