La solución: banderas a media asta

26/03/2020

Luis Díez.

En el segundo peno de ausencias, ratificó el Congreso la prórroga por quince días (hasta el 12 de abril) del “estado de alarma” ante la epidemia de coronavirus y convalidó los tres decretos con medidas extraordinarias para hacer frente al daño social y económico que está provocando el patógeno (las muertes no tienen solución); el que deroga el despido objetivo por faltas de asistencia al trabajo aunque estés enfermo y tengas la baja médica, y el decreto de ayudas al sector agrario. Fue una sesión densa y larga, en la que los ministros concernidos y el presidente Pedro Sánchez se prodigaron, junto a los portavoces de todos los grupos, en mensajes de apoyo a los sanitarios y a cuantos luchan contra el maldito microbio en primera línea, y de afecto y solidaridad hacia los enfermos y los que han perdido a algún ser querido en esta epidemia. A las 20:00 en punto, la presidenta Meritxell Batet cortó la palabra a Iñigo Errejón para sumarse al aplauso que como todos los días a esa hora los españoles dispensan desde ventanas y balcones a los sanitarios, policías, militares y demás trabajadores que nos atienden, ayudan y velan por nosotros.

Sólo los nacionalistas catalanes se abstuvieron de refrendar la prórroga del estado de alarma. No les gusta el mando único ni que el Gobierno central lo ejerza en esta situación de crisis. Lógico. Las habilitaciones de créditos y fondos públicos para proteger los puestos de trabajo, ayudar a las empresas y a los autónomos y asegurar la liquidez, desgranadas por la vicepresidenta Nadia Calviño, fueron bien acogidas por todos los portavoces, aunque, a falta de mejores argumentos, la oposición de derechas dio en tacharlas de insuficientes. Ya es sabido que cuando se trata de recibir del común hay lobbies para los que todo es poco. Lógico. Se preguntaba retóricamente el mencionado Errejón: “¿Dónde están ahora los neoliberales, por qué no comparecen?”  Y se respondía a sí mismo: “En momentos como este desaparecen y que el Estado se ocupe de la gente”. Aportaba a continuación unos porcentajes comparativos sobre la aportación económica ante la pandemia: Alemania dedica el 3,9 del PIB, Corea del Sur el 2,8 y España el 1,4%. Y abundaba en que a él también le parece insuficiente.

El infeccioso microbio se manifiesta en el discurso de centro izquierda con inequívocos signos tendentes a recuperar, afianzar y fortalecer los servicios públicos esenciales del Estado del bienestar propio de la socialdemocracia. Pero no presenta, en cambio, una sintomatología clara en el discurso de los neoliberales y conservadores, esos neocón privatizadores, partidarios del Estado mínimo, cuya triunfal trayectoria parece haber caído en la sima del silencio. Pero no cabe engañarse: sólo están calculando la rentabilidad de los “coronabonos” en sus diversas modalidades para volver al ataque. “Que paguen los bancos”, se escuchó en el pleno. “Que la Monarquía ingrese el dinero de las herencias” dijeron Mireia Vehi, de la CUP, y Néstor Rego, de UPG. Esa mínima parte de la fortuna del rey emérito Juan Carlos I, conocida ahora por una investigación de la justicia suiza que afecta a su fundación offshore Lucum, en la que su hijo Felipe VI figura como segundo titular, solo fue cosa de minorás. Un cañonazo más en el fragor de la batalla.

La oposición seria, el PP, no quiere ni oír hablar de la procelosa y protegida materia. Tampoco el Gobierno. Lógico. Dejemos la cámara oscura para el que la inventó: Leonardo da Vinci. Dejemos a la Corona en paz, que bastante tenemos con el coronavirus. Ahí el líder popular, Pablo Casado, arremetió contra el mal uso del poder, el “mando único”, por parte de Sánchez desde que hace once días (el 14 de marzo) decretó el “estado de alarma” y el confinamiento de la población en casa. Casado apoyó sus cañonazos en el hecho de que ya el 16% de los muertos de esta pandemia son españoles. Y pidió que las banderas oficiales ondeen a media asta mientras dure la epidemia y se organice un funeral de Estado y erija un monumento a las víctimas en Madrid cuando haya pasado.

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