Ya hemos pasado por esto antes

31/03/2020

Martin Romo (Capital Research Company). "La hora más oscura es justo antes del amanecer", escribía Jim Fullerton, presidente de Capital Group, en noviembre de 1974, en un período de mercados bajistas muy prolongado.

Esto es un nuevo déjà vu. Ante el brote del coronavirus, la consiguiente desaceleración económica y la violenta reacción del mercado, mucha gente tiene miedo de invertir. La última vez que se sintió tanto miedo fue durante la Gran Recesión. Recuerdo el día de agosto de 2008 cuando compartí con mis compañeros un discurso clásico del expresidente de Capital Group, Jim Fullerton. Ese discurso, pronunciado en noviembre de 1974 durante un periodo de mercados bajistas prolongado, nos dio una perspectiva histórica más que necesaria en aquellos momentos y una dosis de optimismo cuando más escaseaba.

La «carta de Fullerton», como se la conoce en Capital Group, ha circulado entre nuestro equipo de inversión al menos cuatro veces a lo largo de mi carrera. Mi compañera Claudia Huntington, veterana gestora de renta variable, la compartió en 1987 y dijo: «He estado guardando este discurso, uno de mis favoritos, para un momento como el actual». Creo que se ha compartido tantas veces porque, en él, Jim plasmó magistralmente lo que todos sabemos: que la hora más oscura es justo antes del amanecer.

A lo largo del tiempo, y de manera oportuna, los mercados financieros han demostrado una notable capacidad para anticipar un futuro mejor, incluso cuando las noticias del presente son tan desalentadoras. La velocidad y la gravedad de este brote de COVID-19, combinadas con las consecuencias masivas de comportamiento y económicas, además de las posibles vidas perdidas, con seguridad pondrán a prueba la firmeza de los mercados. El ritmo es mucho más rápido que el de la crisis financiera mundial, que tardó 18 meses en pasar de su punto más alto a su punto más bajo.

Nos encontramos en territorio desconocido. Eso es aterrador. Precisamente son estas sensaciones las que hacen que este discurso sea tan atemporal. Y los mercados han cambiado justamente cuando el telón de fondo ha adquirido un aspecto tan funesto. Es difícil saber cuándo ocurrirá ese giro en este ciclo. Pero la certeza de que el mercado cambiará en algún momento debería proporcionar algo de consuelo.

En noviembre de 1974, poca gente sabía que aquel era un buen momento para invertir. El índice Dow Jones había perdido más del 40% desde su máximo en enero de 1973. En su carta, Jim Fullerton recordaba un período aún más oscuro de la historia de nuestra nación: abril de 1942.

La carta de Jim Fullerton

«Una razón importante por la cual hay en este momento un grado tan extremo de tendencia bajista, pesimismo, confusión desconcertante y auténtico terror en las mentes de los agentes de Bolsa y de los inversores, es que la mayoría de las personas hoy no cuentan con nada parecido en su propia experiencia con lo que puedan identificarse; algo que sea similar a esta caída del mercado. Por lo tanto, el mensaje que quiero mandarles es: ¡Ánimo! Ya hemos pasado por esto antes. En el pasado, los mercados bajistas también duraron tanto tiempo. En el pasado, los fondos de inversión bien gestionados también cayeron lo mismo. Y los accionistas de esos fondos y nosotros, la industria, sobrevivimos y prosperamos.

No sé si hemos visto el fondo absoluto de este mercado bajista prolongado (aunque creo que ya hemos visto los mínimos de muchas acciones individuales).

Cada crisis económica, de mercado y financiera es diferente de las anteriores. Pero en su propia diferencia, hay puntos en común. Es decir, cada crisis se caracteriza por sus nuevos factores no recurrentes, sus problemas en apariencia irresolubles y su conjunto de razones supuestamente lógicas para mirar al futuro desde un pesimismo justificado.

Hoy en día hay economistas, banqueros, inversores y empresarios sensatos, experimentados y respetados que pueden ofrecer argumentos bien razonados, lógicos y documentados de por qué este mercado bajista es diferente; por qué esta vez los problemas económicos son distintos; por qué esta vez las cosas van a empeorar y, por lo tanto, por qué ahora no es un buen momento para invertir en acciones ordinarias, aunque parezcan baratas. Hoy la gente dice: «Hay tantas incertidumbres desconcertantes y tantos problemas enormes aún por resolver, tanto a largo como a corto plazo, que la esperanza no va más allá de un repunte ocasional hasta que se aclaren algunas de estas incógnitas. Esto está en otra liga.

En 1942, todo el mundo sabía que lo que estaban viviendo estaba, efectivamente, en otra liga. Y ¡vaya si lo estaba! ¿Incertidumbres? Todos luchábamos en una guerra que estábamos perdiendo. Los alemanes habían invadido Francia. Los británicos habían sido expulsados ​​de Dunkerque. La Flota del Pacífico había sido destrozada en Pearl Harbor. Nos habíamos rendido en Bataán, y los británicos se habían rendido en Singapur. Estados Unidos estaba tan mal preparado para una guerra que la escuela de caballería de Fort Riley todavía enseñaba equitación, y probablemente el 75% de nuestra artillería de campo estaba equipada con cañones franceses de 75 mm, modelo 1897, tirados por caballos (incluido el batallón en el que yo estaba sirviendo).

En abril de 1942, la inflación estaba desenfrenada. Un comunicado de la Reserva Federal afirmaba lo siguiente: «Los aumentos generales de precios se han convertido en una grave amenaza para la producción eficiente de materiales de guerra y para la estabilidad de la economía nacional». Hoy hay preocupación por la caída en la construcción de viviendas. El 8 de abril de 1942, el artículo principal del Journal era: «Construcción de viviendas. Cifras totales muy por debajo del año pasado; se prevé que bajen aún más debido a las nuevas restricciones de esta semana… Los constructores privados ya están sufriendo sus graves consecuencias».

Actualmente, casi todos las publicaciones financieras o cartas de inversión incluyen una lista de razones por las que los inversores se mantienen al margen. Por lo general, incluyen (1) inflación continua; (2) iliquidez en el sistema bancario; (3) escasez de energía; (4) posibilidad de un nuevo estallido de hostilidades en el Oriente Medio; y (5) altas tasas de interés. Se trata de problemas graves.

Pero el sábado, 11 de abril de 1942 (¿recuerdan cuando las Bolsas abrían los sábados?), The Wall Street Journal afirmaba: «Los agentes de bolsa están convencidos de que entre los factores que están desanimando a los posibles inversores se encuentran: (1) la ampliación de las derrotas de las Naciones Unidas; (2) una nueva ofensiva alemana en Libia; (3) dudas sobre la capacidad de Rusia para resistir cuando los alemanes se hayan preparado para un ataque frontal; (4) la situación aún más compleja con las Naciones Unidas respecto del transporte marítimo; y que (5) Washington nuevamente está considerando un racionamiento más drástico con fijación de precios o impuestos aún más altos como un medio para salvar la «brecha inflacionaria» entre un mayor poder adquisitivo público y la disminución de la oferta de bienes de consumo». (Prácticamente todas estas preocupaciones se hicieron realidad y se agravaron).

Ese mismo día, en un debate sobre la lenta erosión de los precios de muchos grupos de acciones, un célebre comentarista del mercado de valores dijo: «El mercado se mantiene incierto en cuanto a lo que tiene que descontar. Y hasta el momento, todavía faltan señales de que el mercado haya alcanzado un terreno permanentemente sólido para una inversión sostenida». Sin embargo, el 28 de abril de 1942 —en ese ambiente pesimista, en medio de una guerra que estábamos perdiendo, teniendo que asumir impuestos excesivos a las ganancias y controles de salarios y precios, escasez de gasolina, caucho y otros materiales básicos, y con la práctica certeza en las mentes de todos de que una vez que la guerra hubiera terminado nos enfrentaríamos a una depresión de posguerra en ese entorno—, el mercado cambió.

¿Qué cambió al mercado en abril de 1942?

Simplemente una vuelta a la realidad. Simplemente un reconocimiento lento pero creciente de que, a pesar de las malas noticias, a pesar de todo el panorama sombrío, Estados Unidos iba a sobrevivir, que las empresas estadounidenses con una sólida financiación y una buena gestión también saldrían adelante. La realidad era que esas compañías eran mucho más valiosas que los precios que se indicaban de sus acciones. De modo que el miércoles 29 de abril de 1942, sin razón aparente, los inversores comenzaron a admitir la realidad.

El Dow Jones Industrial Average no es la realidad. La realidad tampoco es la ratio precio-beneficio y los estudios técnicos de mercado. Los símbolos en la cinta no son el mundo real. En el mundo real, las compañías crean riqueza. Los certificados de acciones no. Los certificados de acciones son simplemente representaciones de la realidad.

Quisiera concluir con lo siguiente:

«Algunas personas dicen que quieren esperar a tener una visión más clara del futuro. Pero cuando volvamos a ver el futuro con claridad, las oportunidades actuales habrán desaparecido. De hecho, ¿alguien piensa que los precios de hoy se mantendrán una vez que se haya restablecido la plena confianza?».

Este comentario lo hizo hace 42 años Dean Witter, en mayo de 1932, solo unas pocas semanas antes del final del peor mercado bajista de la historia.

¡Ánimo! Ya hemos pasado por esto antes; y sobrevivimos y prosperamos».

 

 Martin Romo, presidente de Capital Research Company 

 

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