Cómo afrontar el futuro tras el impacto económico del Covid-19

09/04/2020

Fernando Díaz Pérez, de IMC Group. Las empresas deben mirar más allá del estado de alerta.

Pocos hubieran anticipado hace unos meses la necesidad de confinarnos para atajar la crisis sanitaria masiva provocada por el coronavirus. Hoy, estamos poniendo los medios a nuestro alcance para proteger la salud y reducir las víctimas, prioridad básica, y tratar de minimizar el impacto en la actividad económica. Desde el punto de vista estrictamente sanitario, aún tenemos grandes incógnitas, entre otras: no se ha determinado completamente la tasa de contagio ni de mortalidad, o simplemente si tiene o no carácter estacional. Sin embargo, los efectos sobre nuestro modelo productivo o en la movilidad de las personas, tan evidentes, permiten anticipar su impacto en la economía a corto y medio plazo.

La economía China anticipa ese impacto. En los dos primeros meses de 2020, la producción china se contrajo un 13,5% en términos interanuales, la primera caída desde la apertura del país en 1990, hace 30 años. Este dato por si solo pone de manifiesto el fuerte impacto que ha tenido la pandemia en su economía —cierto que bien distinta a la nuestra— y permiten anticipar los efectos que provocará en otras economías en las que la crisis sanitaria aún se encuentra en fase de expansión.

El corto plazo
La Comisión Europea alertó el pasado 13 de marzo de que, como consecuencia de la pandemia, la economía de la UE se contraería un 1,1% en 2020, frente al crecimiento del 1,4% pronosticado en enero. La caída esta motivada por la interrupción de las cadenas de producción de insumos intermedios fabricados en China y en otros países asiáticos, los efectos evidentes de la limitación sobre la movilidad de las personas y las restricciones de liquidez. Es casi seguro que estas estimaciones se queden cortas conforme avancen los meses y vayamos disponiendo de datos fidedignos del impacto real.

En el caso de España, el fuerte peso que tiene en el PIB el sector servicios (especialmente todo aquello relacionado con turismo y ocio) y la atomización de nuestro tejido empresarial, representado en más de un 80% por pymes, suponen un desafío añadido. El impacto de la pandemia no solo afectará en el corto plazo con una reducción parcial o total de su actividad, sino que previsiblemente modificará, y esto es mucho más importante, el comportamiento de los consumidores y del propio mercado, obligando a las empresas a reinventar sus productos y servicios adaptándolos a una nueva realidad que aún resulta difícil atisbar como será finalmente.

El medio plazo
Más allá de los efectos de la crisis en el actual 2020, esta pandemia ha revelado grandes vulnerabilidades en los sistemas de producción y en el funcionamiento de las empresas, que deberán abordar cambios con el fin de estar preparadas para afrontar episodios similares en el futuro. Sea por la misma enfermedad en sucesivos regresos estacionales o cualquier otra.

Con independencia de la duración y profundidad de la crisis a corto plazo, una vez pasada la fase más aguda, deberíamos hacer una revisión completa de las vulnerabilidades de nuestras cadenas de valor y una diversificación de las fuentes de suministro. Esta distribución del riesgo implicará lamentablemente unos mayores costes a cambio de garantizar su funcionamiento. La dependencia de proveedores únicos puede conllevar la paralización de todo el proceso de si la fuente de suministro falla. Esto era evidente, pero hemos necesitado de la dura enseñanza de la realidad para corroborarlo. Por esa razón, es recomendable que las empresas comiencen a diversificar sus particulares cadenas.

Las empresas deberíamos pensar en sistemas más flexibles de organización que nos permitan dar respuestas más eficaces a circunstancias imprevistas. Sería más que recomendable avanzar también en la implantación de modelos de gestión del riesgo, a ser posible basados en soluciones tecnológicas, que permitan anticipar las situaciones y disponer de medidas proactivas que minimicen el impacto de los riesgos cuando ocurran.

El futuro
No debemos olvidar que, aunque no lo parezca, estamos ante una situación temporal. A corto plazo, el impacto será mayor que en la Gran Recesión. Pero se trata de una crisis de naturaleza distinta: no hay sobreendeudamiento ni desequilibrios macroeconómicos, por lo que salir de ella, en principio, debería ser más fácil.

Es muy importante que no se destruya nuestro tejido productivo. Las empresas, especialmente las pymes, afrontan un momento excepcionalmente complicado. Hay que intentar que ninguna se quede atrás y que toda suspensión de la actividad tenga carácter temporal, con el fin de que puedan estar a pleno rendimiento al finalizar la crisis sanitaria. La velocidad de la recuperación vendrá determinada por la duración de la pandemia —a mayor duración mayor será el impacto negativo sobre el PIB, lógicamente— y por las medidas que se tomen para limitar su huella en los agentes económicos.

Muchas empresas se han visto obligadas a cerrar en virtud del estado de alarma y aquellas que permanecen abiertas deben hacer frente a severos problemas de suministro y, fundamentalmente, a la caída de actividad. En este escenario, las compañías deberemos tomar decisiones precisas para poder mantener, en la medida de lo posible, la actividad. Y algo muy importante, una vez superada la emergencia sanitaria será preciso un impulso fiscal, coordinado dentro del Eurogrupo, que garantice una rápida recuperación y disipe la incertidumbre. Europa deberá jugar un papel importante en este proceso, en aras de su propia supervivencia.

 

Fernando Díaz Pérez, director del área de Sector Público de IMC Group.

Fernando Díaz Pérez es director del área de Sector Público de IMC Group (@IMCGroup_), firma proveedora de servicios, soluciones y productos de tecnología y consultoría. Presentes en Europa y Latinoamérica, con más de 200 profesionales, IMC Group ayuda a sus clientes a optimizar sus sistemas de información y, por ende, sus organizaciones.

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