Entre Marshall y Maura

22/04/2020

Luis Díez.

Las mujeres que limpian la tribuna, el pasamanos y los micrófonos de los oradores tenían nombre y apellidos antes de la epidemia del coronavirus, pero nadie lo sabía. Ahora la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, agradece su labor –“Gracias, señora Rincón”– cuando pasan la bayeta. Sirva este apunte como indicador del cambio de mentalidad sobre los imprescindibles. Que nadie vuelva a decir que los 22 millones de trabajadores españoles vivían por encima de sus posibilidades, como ocurrió cuando nuestro déficit eran bonificaciones fiscales en Holanda, sociedades de inversión colectiva (Sicav) domiciliadas en Luxemburgo por los especialistas de la gran banca española o, como dijo el contundente portavoz de ERC, Gabriel Rufián, el superávit alemán.

Desde luego, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ni se le ocurrió entrar en reproches al inmediato pasado por más que sus consecuencias sigan vigentes. “No solo tenemos que apagar el incendio, sino reconstruir la casa”, dijo a sus señorías ausentes y presentes en el pleno al que acudió para solicitar la tercera prórroga del estado de alarma (el PP votó a favor), informar de sus propuestas ante el Consejo de la Unión Europea (UE) del jueves, 23 de abril, día del libro, y contestar a las preguntas de la oposición.

Consciente de las consecuencias socioeconómicas sin precedentes, mantuvo la exigencia de una respuesta sin precedentes por parte de EU, y aseguró que “no estamos solos” en el planteamiento de un “plan Marshall”, “un instrumento de deuda común que nos ayude a la reconstrucción económica y social”. A corto plazo, Sánchez entiende que el 1 de junio deberán estar disponibles los 540.000 millones de euros arbitrados por el Eurogrupo y que serán ratificados por el Consejo para hacer frente a la protección de los trabajadores mediante los subsidios de desempleo sobrevenidos por los expedientes de regulación temporal de empleo (los Ertes), a la falta de liquidez de las empresas (créditos del BEI) y a las necesidades sanitarias.

Pero se necesita una acción “valiente y decidida” por parte de los 27 países de la UE para remontar esta “crisis histórica sin precedentes”. Y en tal sentido desgranó la propuesta española de “aunar posiciones en la creación de un fondo de reconstrucción de 1,5 billones de euros, financiado con deuda perpétua”. Este “plan Marshall”, sobre el que se mostró “razonablemente optimista”, dado que cuenta con el apoyo de Italia y resulta aceptable para Alemania y Francia, ha de responder a las exigencias del desarrollo sostenible y de un modelo industrial y tecnológico para un futuro respetuoso con el medio ambiente.

Las características de esa deuda común y perpetua son perfectamente inteligibles y no requieren gran aparato legislativo, de modo que podrían arbitrarse con rapidez y estar en marcha a finales de año. Las transferencias serían a “fondo perdido”. Los intereses se pagarían con la tasa de emisiones de CO2 y el impuesto a las transacciones internacionales. El reparto de los créditos se realizaría en función del impacto humano y económico de la crisis. Y el destino de la ayuda a la reconstrucción tendría unas áreas clave como son, en el caso de España, el transporte y el turismo.

Respecto al presupuesto ordinario de la Unión, Sánchez defenderá la suficiencia de los fondos de la PAC y situará la transición ecológica y la inmigración como prioridades hasta 2027.

Los portavoces del PSOE, UP, el PNV y otros que respaldaron la investidura de Sánchez hace cinco meses calificaron sus planteamientos de “ambiciosos y valientes”. Iñigo Errejón advirtió el riesgo de que las fuerzas reaccionarias vuelvan cabalgando sobre la decepción de la política. El “estamos mal, pero menos mal que estamos” que pronunció en su día José Blanco, número dos de Zapatero, no sirve en esta ocasión si la UE se desentiende, algo que provocaría su propia destrucción. Otros llamaron la atención sobre el hecho de que España sea la cuarta economía europea y la tercera en desigualdad social de los 27 y reclamaron la puesta en marcha sin más dilación del sistema de “renta mínima” contra la pobreza.

El líder del PP, Pablo Casado, se mostró más templado que en otras ocasiones, subrayó su poder territorial (el PP gobierna en seis autonomías) y su condición de “alternativa” al Gobierno progresista y pidió a Sánchez que “acabe con la pandemia de una vez”. Reclamó además “la máxima dureza para quienes ignoraron la situación sanitaria de las residencias de mayores”. Si inició su intervención pidiendo un minuto de silencio para las más de 20.000 personas fallecidas por el coronavirus y proclamando “me duele España”, concluyó con una cita del conservador Antonio Maura: “Por mí no quedará”. Cita poco afortunada si tenemos en cuenta que ese Maura era jefe de Gobierno cuando, en 2018, estalló la epidemia de “gripe española” (virus traído por los soldados norteamericanos enviados por Woodrow Wilson a combatir en la Primera Guerra Mundial) y aparte de arrear a los alcaldes y vigilar las fronteras con Francia y Portugal, no hizo nada para paliar una enfermedad que se llevó por delante a más de 200.000 españoles en pocos meses. Pues eso, Casado, por Maura que no quede.

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