Esta capital castellana es destino para los que buscan un viaje donde el patrimonio, la naturaleza, la gastronomía, la cultura y la historia van de la mano. A lo largo y ancho de la provincia de Burgos numerosos ríos y afluentes discurren por una orografía donde se pueden contemplar más de treinta colas y saltos de agua. Algunos más a la vista, otros escondidos entre parajes idílicos y bosques de cuento. ¿Queréis conocerlas?

Cascada de Las Pisas
Cascada de las Pisas, el mejor punto de partida. Al norte de la provincia, en el límite entre el valle de Valdebezana y la Merindad de Valdeporres, brota una sucesión de escalonadas cascadas por las que se precipita el río Gándara. Es la cascada de Las Pisas, un nombre que se debe al proceso de obtención de la fibra de lino -una tradición de antaño-. Para llegar hasta este paraje la mejor forma es aventurarse en el GR 85, conocido también como la Ruta de los Sentidos. Es un camino sencillo y un recorrido de aproximadamente tres kilómetros. Al atravesar un frondoso bosque de hayas, robles, avellanos y acebos, en ocasiones envuelto en un halo de misterio y leyenda por la niebla, así como un merendero y un puente de madera, emerge entre las rocas este singular rincón lleno de magia. Otro punto de partida interesante para conocer esta cascada es el pueblo de Quintanabaldo. No lejos de allí, otros enclaves de visita obligada son el enigmático complejo kárstico de Ojo Guareña, donde se encuentra la ermita de San Tirso y San Bernabé y el conjunto de cuevas más extenso de la península; el pantano natural del Ebro en Ariza o el asombroso puente natural sobre el que se sitúa Puentedey.
La Salceda, un tesoro oculto. La cascada de la Salceda es otra de las más preciadas joyas naturales del norte burgalés. Se trata de un salto de agua de 30 metros que producen las aguas del arroyo de San Miguel al precipitarse por las laderas de los Montes de Somo, tras permanecer escondido en el Valle de Sotoscueva. Hasta este fenómeno se puede llegar de diversas maneras, por ejemplo, desde el refugio forestal Pico del Ángel o bien desde Quisicedo, donde se pueden contemplar la Iglesia de Santiago y el Torreón de los Velasco. Esta última ruta, de unos 9 kilómetros, se adentra en las profundidades de un hermoso bosque de hayedos centenarios, encinas y acebos que lleva hasta el cauce del arroyo de San Miguel. Junto a él, un sendero permite ver cómo el arroyo se va descolgando en sucesivos saltos de agua hasta ganar altura. Es aquí cuando, tras saltar de una orilla a otra y llegar al extremo superior del barranco, aparece, la imponente cascada.

Salto del Nervión
El salto del Nervión, la joya de la corona. Situado en el Monumento Natural de Monte Santiago, en la frontera entre Álava y Burgos, el Nervión sigue el insólito trazado que dibuja el cañón de Delika, un enorme escalón por el que, si las lluvias han sido abundantes los días anteriores, fluye en caída libre dando lugar a un espectacular salto de 222 metros. No en vano es el mayor de toda la Península Ibérica. Un fenómeno único que se puede contemplar fácilmente yendo a pie a través de una ruta senderista que, tras cruzar un bosque de hayas, se dirige hacia un magnífico mirador.

Cascadas Tobera
Tobera, un pueblo que nace del agua. Entre bosques de quejigos emergen diversas cascadas que el río Molinar forma a su paso por la localidad de Tobera, a la que divide en dos. Estas cataratas atraviesan un desfiladero de roca que parece tocar el cielo y sus aguas cruzan los montes Obarenes creando una profunda garganta por la que antaño transcurría la calzada romana que unía La Bureba con Orduña. Cerca de la cascada, las ermitas de Santa María de la Hoz y del Cristo de los Remedios, junto con un puente de origen romano, forman una postal de indescriptible belleza donde la naturaleza y la mano del hombre se encuentran.

Cascadas Pedrosa
Baño y espectáculo en la cascada del Peñón. De nuevo en Las Merindades, concretamente entre los municipios de Pedrosa de Tobalina y La Orden, un afluente del Ebro vierte sus aguas en una impresionante cascada a su llegada al valle de Tobalina. Es el río Jerea, que forma una extraordinaria caída de 20 metros de altura y que llega a alcanzar los 110 de longitud, en un enclave paisajístico de gran belleza que en verano se convierte en una idílica zona de baño, tanto en la parte superior como en la inferior.

Pedrosa de Tobalina
Al corazón del cañón del Ebro. Por encima de las casas de Orbaneja del Castillo, en el valle de Sedano, se encuentra otra de las cascadas más conocidas y fotografiadas de la provincia de Burgos. Esta corriente nace en Cueva del Agua y, tras atravesar toda la población, se precipita en una caída de unos 25 metros, saltando enérgicamente y dividiéndose en mil hebras sobre las rocas de este rincón del cañón del Ebro. Seguir el curso del agua por las calles de la localidad, contemplar el conjunto kárstico del anfiteatro que rodea la villa o ver la cascada tanto desde abajo como arriba son experiencias que ningún visitante debe perderse.
Nacimiento del Cadagua. En el valle de Mena, en un bonito enclave envuelto en un aura de misterio bajo el Puerto de la Magdalena, en los Montes de la Peña, nace el río Cadagua, un afluente del Nervión. Sus aguas brotan con fuerza de entre las rocas, cubiertas por tupidos mantos verdes que forman los musgos, en torrentes que dan lugar a pequeñas cascadas y que, a su vez, descienden por un despeñadero. Para llegar hasta este lugar, es común realizar un recorrido circular con inicio y final en la iglesia de Cadagua, que completa un trazado de 9 kilómetros en un agradable paseo de aproximadamente tres horas de duración. También es una gran oportunidad para adentrarse en un pequeño tramo del sendero GR 85 para visitar la iglesia de Siones, una de las joyas más majestuosas del románico en el valle.
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