Las recetas del gobernador y la cirugía de Bruselas

20/05/2020

José María Triper.

El Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha puesto los puntos sobre las íes. Con una exposición cruda de la situación y durante su comparecencia ante la Comisión de Economía del Congreso realizó el diagnóstico de la grave enfermedad que los virus de la pandemia han contagiado a la economía española, pero con la misma claridad y firmeza prescribió también las recetas necesarias para la recuperación: cirugía en forma de consolidación fiscal, reformas estructurales y un gran acuerdo político a largo plazo durante la convalecencia para completar la recuperación.

Consolidación fiscal que es también una de la condiciones que la Unión Europea va a imponer a España para poder recibir los dineros de ese fondo de 500.000 millones de euros fruto del acuerdo entre la canciller Merkel y el presidente Macron, que se ejecutará en forma de subvenciones no reembolsables y no de préstamos para evitar disparar la prima de riesgo de países como España e Italia cuyo nivel de endeudamiento empieza a ser percibido como difícilmente asumible para los mercados.

Pero el hecho de no ser reembolsable no significa que las transferencias del fondo estén exentas de condicionalidad. Desde Berlín, París y Bruselas cuentan con que los países receptores respetarán las reglas del euro con una política de ajuste presupuestario gradual que permita ir rebajando el déficit. Un proceso de consolidación FISCAL QUE implica, en primer lugar, determinar el tamaño del ajuste necesario para asegurar una posición fiscal sostenible mediante el equilibrio entre la reducción del gasto y el aumento en la recaudación. Y eso, en román paladino, se traduce en recortes de servicios sociales, despilfarro administrativo e inversión y un aumento de los ingresos del Estado por vía impositiva.

Y eso es lo que nos espera a corto plazo. Un rescate sin “hombres de negro” pero con un “gran hermano” vigilando que se cumplan estrictamente las recetas y dispuesto siempre a cortar el grifo si hay desmadre. Los datos revisados que avanzó el gobernador Hernández de Cos, no pueden ser más espeluznantes. Una caída de entre el 9,5 y el 12,4 por ciento, la mayor conocida de la historia en tiempos de paz; una tasa de paro superior al 20 por ciento de la población activa; un déficit público del 9 por ciento y una horquilla de deuda de entre el 115 y el 122 por ciento del PIB. Síntomas de una enfermedad que exige cirugía urgente y que, si no quiere desembocar en una fuerte reducción del Estado de Bienestar, debe empezar por aplicar el bisturí en esa Administración elefantiásica que ha creado el Gobierno socialpopulista de Sánchez e Iglesias para colocar amigos y pagar servicios prestados. Con 23 Ministerios, la cifra más alta de Europa y casi el doble de los que tenía el gobierno de Mariano Rajoy, y toda un pléyade de altos cargos que la semana pasada se ha ampliado con el nombramiento a dedo de otros 26 nuevos directores generales eximidos de ser funcionarios como obliga la Ley salvo para casos excepcionales, y con sueldos de entre 80.000 y 100.000 euros anuales. Prácticas de nepotismo que se acrecientan con el gasto en asesores, que Sánchez ha multiplicado un 46 por ciento respecto a los del gobierno del PP.

Y eso mientras que otros gobiernos europeos, y de fuera de Europa como en el caso de Nueva Zelanda, se han rebajado el suelo, han reducido cargos, o han renunciado a percibir el salario durante uno o más meses para contribuir a la lucha contra el COVID y a la reconstrucción de sus economías. Un ejemplo que Sánchez no sólo se niega a seguir, sino que calificó de “populismo” durante una de sus insustanciales homilías de los sábados.

Pero, vista la deriva que lleva el Gabinete, no parece probable que el tándem Sánchez-Iglesias se someta voluntariamente a esta intervención. Como tampoco a propiciar ese gran pacto de estado a largo plazo que, en una intervención sin precedentes, demandó el Gobernador. A esta clase política que padecemos, empezando por el Presidente y su Gobierno, les sobra prepotencia y ambición y le falta la altura de miras, la voluntad de servicio y el sentido de Estado necesarios para ver más allá de sus propios intereses y de la rentabilidad política y personal a corto plazo.

Y si no, ahí tenemos al narcisista Sánchez, que se convirtió en el adalid de la recuperación de la memoria histórica, y lo que ha conseguido es recuperar las colas del hambre de los períodos de posguerra.

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