Por la puerta de atrás

05/08/2020

Maite Vázquez del Río.

Juan Carlos I ha abandonado España. En un año tan convulso como 2020, con la Covid-19 como protagonista, este verano el Rey Emérito ha dejado España para no perjudicar más a su hijo y a la Corona que tanto costó a los Borbones restaurar.

Una salida por la puerta de atrás después de los logros conseguidos durante más de 30 años, entre los más destacados democratizar y modernizar España. Pero los años de lujos y oropeles, en los que enriquicerse en España era fácil, llevaron a Juan Carlos I, que todavía conserva su título a estar cada vez más acorralado por la justicia y supuestos casos de blanqueo de dinero y una riqueza guardada en paraísos fiscales, con su más que amiga Corinna Larsen hablando con Villarejo en unas conversaciones que no dejan bien parado al amigo que le regalaba 65 millones de euros, y le menospreciaba con máquinas de contar billetes en la mismísima Zarzuela… que le han llevado a salir por la puerta de atrás.

La noticia de su marcha se conocía cuando él ya no se encontraba en España y la pregunta que todos los españoles nos repetimos es ¿dónde se ha ido a vivir? Todo el mundo hace quinielas desde el exclusivo complejo de “Casa de Campo” en La Romana de la República de Santo Domingo hasta en el cercano Portugal. Lo que está claro es que se ha ido solo a vivir con alguno de sus estrechos amigos, casualmente, todos con grandes posesiones y multimillonarios.

Se ha ido sin despedirse de los españoles, a quienes dirigía sus mensajes navideños cada 24 de diciembre, o a quienes se dirigió durante el fallido golpe de Estado del 23-F o para anunciar su abdicación en favor de su hijo. Representaba la transición democrática de una España atrasada más de 50 años, renacida tras 40 años de dictadura. Fue uno de sus artífices y en sus años de apogeo era querido y admirado por ser campechano, bromista y su saber estar. Era el Rey.

Lo que siempre se echó en falta de la Casa Real fue la falta de transparencia. Todo se tapaba y callaba, decían, para seguir fortaleciendo una recuperada monarquía. Y de aquellos polvos llegan ahora estos lodos. Porque todo lo que se tapó sirvió para que Juan Carlos I hiciera y deshiciera a su antojo, como ahora los hechos presuntamente parecen demostrar y que es por los que ha abandonado el país donde reinó. No había nadie por encima de él, y al igual que sus amantes, el ciudadano de a pié desconocía también todas sus idas y venidas con sus amigos árabes, su herencia, sus fondos en paraísos fiscales, los malestines que dice Corinna que existieron… hasta que llegó su caída en Botsuana. Desde su cacería de elefantes por 42.000 euros la pieza, cuando en España había más de seis millones de parados, la monarquía española representada por Juan Carlos I ha ido en caída libre.

Se conocieron sus amoríos con Corinna Larsen, y se abrió la caja de pandora para conocer el nombre de otras muchas de sus amantes. Así son los Borbones, según asegura la historia de sus ascendientes. Y lo impensable, Juan Carlos I tuvo que reconocer públicamente su error y pedir perdón, y asegurar que no lo volvería repetir… cuando salía del hospital con su cadera operada. Algo nunca visto en la historia, un rey pidiendo perdón.

Y llegó el escándalo de Iñaki Urdangarín, que finalmente demostró, por primera vez, que “todos somos iguales ante la Ley” y que quien se la salta va a la cárcel. Juan Carlos I vio desterrada a su hija Cristina y sus nietos, tras verla sentada en el banquillo de los acusados, aunque finalmente ella evitó ir a prisión.

La herencia de Felipe VI no ha sido la fortuna de su padre, que la justicia ya esclarecerá cómo fue amasada, sino todos los errores que facilitó la inmunidad omnipresente de la monarquía. Don Juan Carlos pareció olvidar que España ya no estaba en el medievo sino en plena democracia -pese a sus luces y sombras- funcionando a pleno ritmo.

Don Felipe se ha tenido que desprender de casi toda su familia, a día de hoy, solo se salva la reina emérita, Doña Sofía, para intentar salvar los muebles en solitario. Alejándose de hermanas, sobrinos y, ahora, su padre que ha tenido que optar por abandonar esa España que lleva en el corazón para no perjudicar a su hijo, mientras su amante explicó a Villarejo con pelos y señales qué hacía Don Juan Carlos en todos sus viajes.

Don Juan Carlos siempre había querido evitar que le pasase lo mismo que a su abuelo Alfonso XIII y a su padre Don Juan, no saber dónde ir y de qué dinero vivir, aunque vistas sus amistades podría elegir multitud de sitios. Sus últimos ocho años han sido horribilis hasta el extremo que ha llegado a confesar, lamentándose, que los que no hayan vivido sus años como rey, le recordarán solo por ser “el de Corinna, el del elefante y el del maletín”. Una triste despedida, por la puerta de atrás, para quien tanto contribuyó a hacer renacer España.

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