Los chascarrillos de Keynes

14/09/2011

diarioabierto.es.

Dicen que menos da una piedra pero no deja de ser un homenaje raquítico para un gobierno al que se votó como socialista que el legado de Keynes, por boca de su ministra de Economía, se limite a una cita que bien pudiera cazar cualquiera al vuelo en el Calendario Zaragozano. Me refiero a ese “cuando los hechos cambian, cambio de opinión” espetado por Salgado en el Congreso que, al parecer, utilizó de argumento el eminente economista cuando, seguramente, le pillaron en un renuncio. De hecho, no viene a ser más que una versión intelectualizada del aserto marxista “tengo unos principios pero si no le gustan tengo otros” con el que don Groucho evidenció que era un genio del humor pero que, además, bien pudiera haberse presentado a las elecciones. Si me apuran, hasta Harpo mudo hubiera aportado más al debate político visto, por ejemplo, ese rifirrafe acaecido en televisión entre Villalobos y Rahola al que sólo le faltó el barro para retozar. Me ahorro los calificativos cruzados entre ellas por si alguien tiene la amabilidad de leer estas líneas en horario infantil.

Este keynesianismo sui generis alcanza sus cotas más elevadas en la doctrina del candidato Rubalcaba que ya no sólo busca ganarse votos sino el mismísimo cielo. Sólo con ese anhelo como meta se puede entender su estoicismo mayúsculo. Él no hubiera hecho la reforma constitucional como Zapatero, la financiera se hizo tarde, el impuesto de patrimonio se tenía que haber restituido cuando el presidente era todavía optimista y, así y todo, sufrió en silencio en el Consejo de Ministros esa hemorroide legislativa mientras daba el visto bueno a decretos que le parecían, siendo benévolos, una filfa. Y todo en nombre de lo que usted y yo probablemente saldaríamos con un ‘esto no hay Dios que lo entienda’ pero que en su vocabulario se llama razón de estado.

Y ahora que el estado es puro estado de gracia, la iluminación divina ha llegado a tales extremos que hasta se sabe que un contribuyente con un patrimonio superior a un millón de euros igual puede aportar algo más a las arcas públicas para arrimar el hombro. Los estudios han sido tan sesudos que hasta se ha demostrado empíricamente que esta restauración del impuesto no alterará en nada los planes de luna de miel de la Duquesa de Alba. Aunque, por si acaso, el PP ha estado al quite prometiendo que suprimirá el impuesto si llega al poder o igual no o quizás depende. Todo clarito para que no se alteren los mercados ahora que, casi en su despedida, el todavía presidente Zapatero, visionario contrastado, atisba una leve recuperación económica si se arregla la ruina de Grecia que ya no es la Acrópolis. Teoría de altos vuelos que en mi barrio se traducía por aquello de “si en vez de tener dos piernas tuviera dos ruedas sería una bicicleta”. No lo dijo Keynes pero se entiende.

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