A la hora de gestionar una empresa es fundamental estar al corriente de los temas legales, especialmente los relacionados con los estatutos de los trabajadores, contrataciones, ayudas públicas etc. Sin embargo, si por algo destacan estos asuntos es por su carácter cambiante: nuevos decretos, modificaciones o ampliaciones… Es decir, un lío para todos aquellos profanos en esta temática. Por suerte, existe la figura del abogado laboralista, quien nos asesorará y aclarará todas las dudas relativas al derecho laboral. Pero ¿cuál es su perfil?

Para empezar, nadie puede ejercer como abogado laboralista si no está en posesión de las siguientes titulaciones:

1. Grado en Derecho. Supone la primera inmersión en el ámbito legal. Por eso, las asignaturas que se imparten permiten al alumno tener conocimientos generales para que, después, se especialice en un área concreta.
2. Máster o Posgrado. En este sentido, una opción interesante para ser abogado laboralista es  cursar el Máster en Abogacía y Práctica Jurídica, ya que ofrece la oportunidad de realizar las prácticas en algunas de las mejores empresas de España.
3. Superación del examen de acceso a la abogacía. Elegir un buen Máster que prepare a sus alumnos para esta prueba es esencial, ya que es la única forma de ejercer la abogacía tanto en España como en la Unión Europea.
4. Estar colegiado.

Ahora bien, una persona puede estar colegiada y haber obtenido notas sobresalientes y, sin embargo, no saber expresarse correctamente. Por eso, el oficio de abogado laborista también requiere de ciertas habilidades más allá del título:

• Vocación de servicio. Al igual que les sucede a médicos y docentes, los abogados laboristas se dedican a prestar un servicio a la sociedad en un tema tan importante como es la justicia.
• Búsqueda e investigación. Esta habilidad engloba dos aspectos. Por un lado, hace referencia a saber dónde encontrar la normativa jurídica necesaria en cada momento. Por el otro, investigar de forma precisa la situación de cada cliente para ofrecerle las mejores soluciones.
• Iniciativa. Esto es lo que mueve a las personas a ofrecer soluciones. En este caso, no solo en materia legal, sino también en los conflictos que se puedan dar dentro de la empresa.
• Habilidades comunicativas. La abogacía no trata solo de responder ante los Tribunales, sino que, a la hora de atender a los clientes, también hay que saber comunicarse de forma clara y asertiva.
• Dominio de las nuevas tecnologías. Hoy en día, esta habilidad se ha vuelto algo esencial para el ejercicio de cualquier oficio. Pero, si lo pensamos seriamente, la rapidez con la que cambia la legislación, la deslocalización de las empresas y el trabajo en remoto son tan habituales que no podemos pretender quedarnos al margen.

El prestigio de una empresa también se mide en cómo trata a sus trabajadores. Por eso, mantener unas relaciones sanas que promuevan la protección de los intereses generales debe ser una prioridad. Sin embargo, si esto no es posible, siempre se puede recurrir a la ayuda de un abogado laboralista.