Cuando el Covid es la excusa

21/08/2020

Maite Vázquez del Río.

Pese a los negacionistas y los seguidores de las teorías conspiratorias, hemos de convenir que el Covid-19 existe y que se ha llevado a cerca de 800.000 vidas hasta el momento en todo el mundo. La mayoría de los gobiernos decidieron, con el chino a la cabeza, que la mejor manera de luchar era confinarnos en nuestras casas, cerrar empresas y reducir nuestros movimientos al mínimo, mientras no aparezca la vacuna. Pero como esta situación no hay economía que la aguante empezamos con las populares desescaladas.

Todo eso hasta ahí, bien, aplicado y comprendido. Pero nos encontrarmos con la «nueva normalidad» y ahí las cosas no están nada bien. Evidentemente, nada es como antes, pero lo que no nos vale es que bajo el paraguas de evitar contagios, muchos hayan decidido aprovechar para hacernos la vida imposible.

Es lo que está pasando tanto en el sector privado como en el público. Cada uno de nosotros seguro que tenemos más de un ejemplo que poner, según las necesidades que hayamos tenido desde que el estado de alarma desapareció.

Las calles ya no tienen la «vidilla» de antes, intentamos mantenernos distantes de los demás lo que nos dejan las propias infraestructuras que utilizamos (transporte público, calles estrechas, locales de venta reducidos…). Y vamos con la mascarilla a todos lados como un complemento más de nuestra indumentaria, pese a todo lo que estamos escuchando en contra de su uso. Cumplimos las normas y esperamos no contagiarnos.

Pero en nuestro día a día, la vida se nos ha complicado sobremanera. Ya no podemos ir tranquilamente a nuestra sucursal del banco. En mi caso, me han hecho cambiar hasta de distrito porque me niego a tener que realizar todas mis transacciones en la calle. ¿Para qué me cobran comisiones si soy yo la que me tengo que encargar de hacer todo en el cajero y en la calle?

Hasta mi tarjeta no se lee bien el los TPV de los comercios con tanta desinfección, pero si pido cambiarla, me cobran 4 euros. Así que a seguir insistiendo para pagar hasta 2022 en que me caduca la tarjeta. Me temo que los bancos están preparando su guadaña para cercenar miles y miles de puestos de trabajo. Antes de la anterior crisis las sucursales bancarias habían proliferado como setas, ahora me tengo que cambiar de barrio si quiero entrar en una.

Sigamos con el día a día de la «anormalidad». Hay comercios que han decidido que sólo abren por las mañanas. ¿Y eso? No quiero ser mal pensada, pero debe ser que deben estar cobrando algo de las ayudas y les debe compensar. Lo cierto es que me obligan a buscarme la vida por otros lados ya que si teletrabajo por las mañanas, y cierran por las tardes, ¿dónde busco lo que necesito si ellos cierran? Pues en grandes superficies o por Internet. Y mira que quiero favorecer al comercio de barrio… y en aquellos que deciden abrir, ahí me tienen haciendo cola pacientemente, por eso de las distancias.

En los servicios públicos, peor imposible. Quería hacer una consulta a la Seguridad Social, y después de tres semanas intentándolo, conseguí cita por Internet aunque fuera de Madrid, en otra población de la comunidad. El día anterior me llamaron para preguntar que qué quería. Y la solución fue que tenía que ir al lugar donde me habían dado la cita, pero solo para que me dieran un código (de seis números) a fin de que pudiera obtener yo luego en casa mi clave permanente y ahí intentar responder mis preguntas. Como era de suponer, no he encontrado ni una sola respuesta, así que tendré que buscarme la vida por otros medios, tal vez un experto en Seguridad Social, en el sector privado, esto es, pagando.

No comentaré nada del tiempo de espera para que me dieran la clave, solo dejo caer que hay más números que las personas que estamos esperando en sala, previa cita y presentado el DNI antes de entrar. Pese al número reducido, se llamaba cada 20 ó 25 minutos al siguiente número… y si no está (recuerden que hay más números en pantalla que los que estamos), 10 minutos más de espera… Sin comentarios. Les aseguro que había cinco puestos funcionando. Cuando me tocó el turno, no vi al resto ni trabajando en el ordenador ni atendiendo el teléfono.

Seguro que a cada ciudadano le está sorprendiendo la nueva normalidad, pero no tiene su origen en las medidas de seguridad para protegernos de contagios, sino porque están surgiendo otras formas de trabajar que no se corresponden con nuestras necesidades.

Bajo el paraguas del covid-19 no todo vale.

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