La movida catalana

07/09/2020

Josep M. Orta.

El que fue abad de Montserrat y que se dio a conocer en España por unas declaraciones en el diario Le Monde en pleno franquismo y que le valieron el exilio en una reunión con un grupo de jóvenes activistas del catalanismo en los tiempos de “fer país” (hacer país) que en un determinado momento tenían que pasar a hacer política. “Y cuando sabremos que ha llegado este momento” le preguntaron y el abad fue categórico: “Cuando empecéis a pelearos”.

La situación política catalana es surrealista. Uno de los apoyos que obtuvo Pedro Sánchez en su investidura y socio preferente tiene a su responsable e interlocutor en la cárcel, el presidente de la Generalitat está a punto de ser inhabilitado por una pancarta en un país que la vida política está presidido por la corrupción. Algunos partidos, con la ley en la mano, tendrían que ser clausurados, unos por delitos de odio y otros por apología del totalitarismo. Mientras los representantes catalanes de Podemos se han de tragar no pocos sapos para justificar los cambios de postura respecto al problema catalán a consecuencia de su entrada en el Gobierno español… Todo ello bajo el paraguas de unas elecciones que todo hace sospechar que serán los jueces quienes indirectamente las convoquen.

En todo este maremágnum lo que está en primer plano son las peleas cainitas la formación de Puigdemont y los restos de la antigua Convergència. El presidente en el exilio -que es quien realmente dirige la política catalana – y más que posible candidato para encabezar las listas de Junts pel sí como candidato a volver a presidir la Generalitat ha tocado a rebato para eliminar de la formación los agónicos restos de la antigua Convergència y su pesado lastre de los episodios de corrupción.

La mayoría de los miembros del PDCAT (de alguna manera herederos del partido de Pujol) han aceptado la propuesta de Puigdemont de dejar la doble militancia, mientras una minoría se resiste en matar esta formación. Los planteamientos, además de supervivencia personal, también son políticos, los miembros del PDCAT se resisten a seguir las tesis rupturistas del presidente exiliado siendo más proclives a tratar de entenderse con Madrid a ver que pescan (postura muy similar a las de ERC) y rechazan actitudes unilaterales que propicien la confrontación directa. De momento estudian que sus cuatro diputados (la mitad del grupo en el Congreso) negocien con Pedro Sánchez su apoyo a los presupuestos. Con ello pretenden atraer el electorado del centroderecha nacionalista que es un espacio que en este momento tiene muchas novias pero ningún representante claro.

Es la movida catalana con los partidos llamados constitucionalistas de espectadores.

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