Tienen sentido, pero no común

16/09/2020

J.M. Miner Liceaga.

Tienen sentido, pero no común. Todos parecen estar de acuerdo en que hay que
aprobar unos presupuestos. En que hay que atajar lo antes posible el mal que afecta
ya a demasiadas personas: En que hay que renovar a las personas de no sé cuantas
instituciones, caducados sus cargos en tiempo atrás. En que hay sectores al borde del
desencanto cuando no de la quiebra. Que todos son conscientes de que la cuenta de
resultados de no pocas empresas, algunas claves en el conjunto de la riqueza nacional, no van a arrojar cifras favorables, sino todo lo contrario. En que se avecina unas cifras de desempleo y paro rayando en lo escandaloso. En que hay montones de pequeñas empresas -el grueso de nuestro querido tejido industrial- que han cerrado sus puertas o están pensando en ello porque no se vende un ovillo de hilo y así es difícil contribuir a la riqueza del país y al sustento propio. En que… ¡ah! sí, que existe un dispar criterio a la hora de investigar a fulano o a mengano. En que… los eres, los ertes… la biblia en verso.

Tienen sentido, pero no común. Conocen los problemas; todos conocen los problemas,
mas parece que les importa un pimiento. El producto hortícola que les interesa -cada
vez más caro, por cierto y eso que estamos en plena temporada-es el que han de
depositar en su propio plato de comida.

Hay reunión en el Congreso y los titulares, los de los discursos o intervenciones, que no los de los escaños, como casi siempre, son las lindezas que vierten unos sobre otros; otros contra unos. Y, mientras, la casa sin barrer: los presupuestos, la pandemia, el desempleo, la renovación de cargos en las instituciones… tienen sentido, pero no
común… Bochornoso.

Lo común, perdonen ustedes la observación, está referido en su adjetivación a la
mayoría. ¡Con todo lo que hay sobre el tapete verde y alguno osa entrar en el juego
con una carta de cada palo y color! ¡vaya jugadores! ¡De farol igual les iba mejor…!
Las mayorías, esa es la impresión que dan, no parecen interesarles mucho. Y lo malo
es que cada vez que se encienden las luces de la sala de reuniones, con su aire
acondicionado incluido, sus mascarillas y con la intermediación del butacón vacío, la
historieta que cuentan desde el atril es muy parecida a la anterior. ¿Quién o quienes
les confeccionan los argumentarlos? Dicen hablar de todo, pero no brilla el interés
general. La mayor parte de la veces están bien alejados de la realidad del momento.
Su verborrea está encaminada, casi siempre, a sacar los colores al contrincante
político y a verter mayores dosis de acidez cuanto más al extremo de uno se
encuentre…

La mayoría deberíamos hacer acto de presencia con la manida frase de: y de lo mío,
¿qué?. Lo tuyo, lo nuestro… ¿qué es lo tuyo y lo nuestro? ¿Es que no os dais cuenta de que prima lo mio?. El paso de tiempo nos dirá si lo que querían de verdad era
solucionar los problemas internos, los suyos, o están haciendo todo lo posible por
hundir al contrario para luego presumir de que han lanzado los salvavidas necesarios
para sacar a flote todos los tesoros que, celosos de sus riquezas, guardaban para
sacarlos a la palestra y poder disfrutar de ellos… Ellos, digo bien, para el deleite de ellos; no para la delectación tuya o mía. ¡Qué quede clarito…!

¡Ah! Y allá al fondo, Montoro (2018).

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