El miedo, según Bob Woodward

23/09/2020

Hernando F. Calleja.

Ha caído en mis manos como regalo un libro del gran Robert Woodward, uno de los periodistas que descubrieron el escándalo Watergate, con dos premios Pulitzer en su haber. Para resumir, el periodista que nos hubiera gustado ser a todos los periodistas.

El libro se titula Miedo y lleva un subtítulo explícito, Trump en la Casa Blanca. Como de mis improbables lectores no creo que ninguno sea norteamericano y además esté inscrito para votar, no se me puede tachar de injerencia en las elecciones del próximo mes de noviembre. Es casi una coincidencia que haya leído sus 450 páginas en estos días, cuando el libro se publicó en España el año pasado.

Dicho lo anterior, el libro es realmente extremecedor. Podría haberlo titulado pavor, pánico, terror o cualquier otro sinónimo que acentúe el miedo, porque el minucioso relato pone los pelos de punta, al pensar que tipo de persona (?) ocupa el Despacho Oval.

Podía sacar simplemente opiniones vertidas por sus diversos consejeros, asistentes, jefes de gabinete, ministros, altos militares y demás semovientes del complejo administrativo presidencial que van desde el displicente está loco hasta es un mentiroso compulsivo, pasando por excéntrico, caótico, ignorante, deslenguado…

Pero las opiniones de estos colaboradores directos de Trump podrían estar cargadas de prejuicios o de resentimientos, porque pocos le duraron más de unos meses. Es mejor ceñirse a hechos concretos, como hace Woodward y narrar cómo es el mecanismo de decisiones del Presidente norteamericano, cómo sus colaboradores tienen que introducirle o robarle informes y documentos de su propia mesa de trabajo para evitar un desastre o intentar que haga algo sensato. Pero Trump no se da cuenta porque pasa de uno a otro de los objetivos de la presidencia que se cuentan con los dedos de la mano y que, a cada cual, son más lesivos para los intereses del país, aunque en su catón elemental aparezcan como grandes hitos de la historia norteamericana.

El caso de la península de Corea es un ejemplo. Despreció todas las opiniones que trataban de disuadirle de denunciar el Acuerdo Comercial con Corea del Sur, que lleva implícito el establecimiento de sofisticados sistemas de vigilancia de las maniobras nucleares de Corea del Norte, porque, según Trump, es inadmisible tener un déficit de 18.000 millones con su aliado. Y, simultáneamente, se dedicó a insultar al dirigente Kim Jong-un, provocando una tensión extraordinaria. El sistema de detección de misiles instalado en Corea del Sur detecta un misil norcoreano en 7 segundos. Los que están situados en Alaska, tardan 15 minutos en advertirlos. ¿No es para temblar?

Gary Cohn, consejero económico por excelencia del Presidente (antiguo presidente de Goldman Sachs) quien junto con Bob Porter, secretario de personal y responsable del papeleo de presidencial, escamoteaban los documentos más peligrosos, dijo una frase que define lo que sienten los colaboradores más estrechos de Trump: “No es lo que hemos hecho por el país, sino lo que hemos evitado que él haga” .

Como decía la inolvidable sección de La Codorniz, “tiemble después de haber reído”.

Post scriptum: Comienzan a cumplirse los malos augurios de la negociación presupuestaria del Gobierno, que vertí en mi artículo de la semana pasada, El reverso de los presupuestos. El ministro de Justicia anuncia que ya trabaja en el indulto a los separatistas condenados.

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