“Think Global, Act Local”. Esta máxima, procedente del libro Cities in Evolution (1915) del sociólogo Patrick Geddes, está más de actualidad que nunca. Aplicable a múltiples campos, define con claridad cómo debe ser la gobernanza en la era de la globalización.

La crisis de la COVID-19 ha puesto en evidencia que, en el mundo actual, apenas existen ya problemas que se circunscriban exclusivamente al ámbito local. Y que para atajarlos, la perspectiva debe ser siempre global. En un momento histórico en que se hace necesaria una reconstrucción socioeconómica a escala mundial, se impone una reflexión sobre cómo debe ser la gobernanza a todos los niveles: local, nacional e internacional.

En este contexto, la Agenda 2030, basada en el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, se convierte en una guía muy útil para avanzar hacia una mejor gobernanza enfocada en los aspectos humanos del crecimiento, la justicia y el bienestar. Nos encontramos en el inicio de una nueva fase del desarrollo humano que solo puede articularse de la mano de muchos, no de unos pocos.

Para conseguir una recuperación sostenible tras la pandemia es imprescindible trabajar en línea con los ODS. Y esto solo podrá llevarse a término cambiando el modelo de gobernanza. Un buen ejemplo de esta tendencia es la Plataforma Online por una “Recuperación Sostenible y Resiliente después de a Covid-19” que ha puesto en marcha el Gobierno de Japón, con la colaboración de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), y en la que participa la ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera.

La gobernanza resiliente, es decir, con capacidad de adaptarse a las coyunturas adversas, es uno de los grandes temas que se analizarán durante el encuentro multisectorial BforPlanet, que reunirá en mayo de 2021 en Fira de Barcelona a entidades gubernamentales con representantes del sector privado y la sociedad civil. Y cuyo principal objetivo es crear una plataforma para el avance de las Alianzas ODS y el cumplimiento de la Agenda 2030.

La política actual se enfrenta a una serie de grandes retos que hacen imprescindible la cooperación: cambio climático, desigualdad socioeconómica, degradación ambiental, desarrollo desigual… Todos estos problemas eran ya acuciantes antes de la crisis, y la COVID-19 no ha hecho más que agravarlos.

Todo apunta a que la humanidad se encamina hacia una etapa marcada por la incertidumbre, tanto a nivel político como económico y social. Por ello, la respuesta a la pandemia y al resto de estos desafíos exige de una salida en común, que pasa por encontrar un nuevo “contrato social”, pilotado y liderado por gobiernos y agentes sociales.

A principios del mes de julio se celebró el encuentro BForPlanet-Live por un futuro sostenible, en el que participaron destacadas personalidades de la política española y latinoamericana, del mundo empresarial y la sociedad civil. Durante su transcurso, voces expertas coincidieron en la importancia de un cambio de modelo de gobernanza que deje a un lado el individualismo y difumine las fronteras entre lo nacional y lo global.

De este modo, se planteó que el impacto de la crisis sanitaria confirma la consolidación de la interdependencia entre estados y, como afirmó el economista del Banco Mundial, Augusto López, “el fin de la soberanía nacional”. Bajo esta perspectiva, las soluciones residen en la cooperación internacional, en un refuerzo del Derecho Internacional y en la colaboración con la sociedad civil. En este mundo globalizado, la colaboración entre países desarrollados con aquellos en transición y con más dificultades estructurales es imprescindible.

Tal y como afirmó Juan Costa, responsable de la división internacional sobre el cambio climático de Ernst & Young, “la cooperación es la que va a marcar la nueva década”. Al igual que en el mundo empresarial, la cooperación tiene que acometerse con la intención de crear una nueva narrativa sobre lo que significa el progreso y el éxito.

Para lograr todo esto, es importante reforzar el multilateralismo y la resiliencia y evitar mantener la espiral individualista de cada Estado. Porque, independientemente de lo fuerte que sea, no podrá alcanzar una salida sostenible sin cooperación. Más allá del simple interés económico es necesario construir puentes y vínculos entre empresas, ONG, agentes sociales y gobiernos si realmente aspiramos a una recuperación plena. Y una gobernanza resiliente va a ser fundamental para alcanzar este objetivo.

Francisco Lombardo, fundador de BforPlanet