A la rica, rica chismografía

07/10/2020

Luis Díez.

El chismorreo, consustancial a la vida política española, viene a ser esa salsa aromática que nos permite deducir el trajín de la cocina. Por ella sabemos que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ha tenido palabras mayores con el presidente Pedro Sanchez, hasta el punto de que éste se ha visto obligado a corregirla en alguna reunión del Consejo de Ministros, como, por ejemplo, cuando decretó el estado de alarma ante el coronavirus. “Nadia, no me hables con ese tono”, le dijo. Las diferencias entre la preservación de la salud o de la actividad económica parece que fueron superlativas y apuntan también al gasto público de las medidas sociales para atemperar la situación y evitar los despidos masivos.

Del chismorreo parlamentario emana asimismo la trabazón entre Sánchez e Iglesias ante actitudes más distantes de otros miembros del Ejecutivo, singularmente la vicepresidenta Carmen Calvo, protagonista fracasada del primer intento de acuerdo entre el PSOE y UP que finalmente llevó a la repetición de las elecciones generales. Que Calvo sangra por la herida se le nota en la cara sin que sus altos conocimientos sobre pintura y museos le permitan disimularlo.

La chismografía gubernamental cuando es solvente y, como en este caso, dimana de la exdiputada y empleada del grupo socialista Leyre Iglesias, coloca de forma inequívoca al presidente Sánchez en el platillo social de la balanza frente a la ortodoxia liberal que, con una legislación claramente escorada a favor del capital, infligiría mayor sufrimiento a la clase trabajadora y laboral con magros salarios y pensiones. Ya lo denunció un tal Jesús de Nazaret: “Al que tiene mucho se le dará más y al que tiene poco, aun lo poco que tiene se le quitará”.

Decir, como dijo Calviño en el Consejo de Ministros (según los chismógrafos) que la subida del salario mínimo interprofesional a mil euros provoca paro, cuando las leyes laborales permiten a los empleadores hacer de su capa un sayo, es una solemne sandez. Imputar el coste económico del confinamiento obligado por la pandemia de coronavirus a la clase obrera y laboral que ya entregó a las empresas una semana de sus vacaciones sería una majadería superlativa. Por una vez los empleados y los autónomos ni viven por encima de sus posibilidades ni son la peste que ha fundido el turismo, los transportes y los subsectores agregados.

Y también, por una vez, un presidente de Gobierno, aunque se llame Pedro Sánchez y sea demasiado serio y acerado, ha resultado propicio a la mayoría de los ciudadanos. Pero resistencias en la balanza del Consejo de Ministros ha habido, y bien significativas. Por la chismografía también sabemos que el senador y miembro de la Ejecutiva del PSOE Ánder Gil facilitó el acuerdo con Batasuna cuando el PP y Vox se propusieron liquidar el estado de alarma y tumbar al Gobierno o al menos obligarle a presentar una moción de confianza.

¡Qué horror, pactar con Otegi!, dijeron las derechas y algunos barones del PSOE. Hasta con el diablo si hiciera falta para salvar vidas, que de eso se trataba. Hay una fotografía del Consejo de Ministros formado tras las elecciones de febrero de 1936 en la que se ve al “socialista a fuer de liberal” Indalecio Prieto al lado del comunista Jesús Hernández Tomás, a la sazón ministro de Instrucción Pública (Educación se dice ahora) y Bellas Artes. A saber qué pensaría el orondo Prieto al ver sentado a su lado al tipo que intentó asesinarlo. Hernández era un chaval que formaba parte del comando que en 1923 quiso matarlo a tiros cuando se encontraba en la sede de su periódico, El Liberal, de Bilbao. Tras un intercambio de disparos con la Policía, fue detenido y le cayeron cinco años de cárcel que cumplió durante la dictadura de Primo de Rivera. Las personas inteligentes cambian, los necios nunca.

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